Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: Bailando sobre máquina de escribir gigante
Ferran Monegal
Esta última semana de ‘El hormiguero’ (A-3 TV), antes de irse de vacaciones, ha tenido un momento que ha causado gran excitación en los ambientes del cotilleo de la farándula. Sucedió cuando Pablo Motos le preguntó a la ‘show-woman’ Leticia Sabater por qué se había operado el himen. Ella contestó que le hizo porque los penes grandes no le entraban. Y añadió: «Ahora todos los artefactos masculinos me caben».
Hombre, aun alegrándonos por la señora Sabater, no es un dato relevante. Mucho más interesante fue la performance que construyó Pilar Rubio bailando claqué, a dúo con su profesora de baile, sobre una máquina de escribir gigante. Al son de la melodía ‘The Marvelous For Words’, en la versión del ‘crooner’ canadiense Matt Forbes, vimos cómo Pilar y su profesora se iban posando sobre las teclas, transitando sobre el teclado y conformando una coreografía muy espectacular. Solo les reprocho, dentro de lo simpático que ha sido su ‘show’ mecanográfico, que no hayan acabado de redondearlo. Si cada vez que se posaban sobre una tecla, hubiese aparecido una letra en el folio blanco, que es lo que ocurre normalmente en las máquinas de escribir, probablemente hubiesen creado, fruto del azar, un texto inquietante. Según aquella ingeniosa teoría del matemático francés Émile Borel, titulada ‘Teorema del mono infinito’, si un mono se pusiera a teclear una máquina de escribir, durante un tiempo infinito, y sin parar, podría acabar saliéndole el ‘Quijote’ de Cervantes, Es decir, si cada noche Pilar Rubio repitiera en’El hormiguero’ este ‘show’ mecanográfico, a lo mejor dentro de un número infinito de programas acabaría escribiendo el célebre ensayo de Ortega y Gasset ‘La España invertebrada’.
Resaltemos para acabar la gran alegría que le sobrevino ayer a Pablo Motos cuando entrevistó a la cantante Becky G. Es una artista muy simpática. Sus ‘fans’ la llaman cariñosamente ‘la chaparrita’ porque es bajita. Motos estaba exultante. ‘Por fin alguien a mi altura’ debió pensar. Y en esta euforia que le embargaba tuvo un rapto de locuacidad. Contó: «Cuando empezamos ‘El hormiguero’ hace 18 años, yo quería ser presentador. ¿Y cómo son los presentadores? ¡Todos son altos! De modo que me puse cuñas en los zapatos, alzas en su interior. Duré dos días así. Caminaba como un pavo real».
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