Es curioso, desde dentro la vigilan más que cuando estaba fuera. Dentro es Cuatro, es decir, Mediaset, y cuando estaba fuera era en laSexta, haciendo Sé lo que hicisteis. Antes la vigilaban por ver si con las barbaridades y el cachondeo que se traía con Ángel Martín sobre el Mermelada Jorge Javier Vázquez les metían mano con denuncias o prohibiendo a la cadena emitir imágenes de sus programas. Ahora la vigilan a ver qué audiencia hace, porque, si no hace la esperada, la ponen en la puta calle. Eso suena muy fuerte, y es muy feo, pero así es la guerra, querida Patri.

Tú estás ahora en el hilo del fracaso y Jorgeja reina a más no poder, vale, sobre el rebaño más cutre y vulgar de la televisión, pero rey, señora, rey. Hablo de Patricia Conde y hablo de Ciento y la madre. Han grabado cuatro o cinco programas. Llevan emitidos tres, y no remonta ni invitando a la megaestrella de Ambiciones, María José Campanario, que se metió tanto en el papel de borracha y follonera en el bar donde esperaba a sus amigos que enseguida fue la comidilla de las redes sociales, una tecnología de la moderna sociedad al servicio de los más primarios instintos del chismorreo. Pero una cosa es ser trending topic y lo que tú quieras, y otra hacer que el contador de la audiencia se dispare. Y no. Ciento y la madre no remonta. Y eso que la Campa lo dio todo y se metió en su papel como una Núria Espert desgarrada por el calor de la escena en la sección del pinganillo.

Ni la repulsiva por atirantada Carmen Lomana de charcutera removieron a la audiencia, que da la espalda a un programa tan tontito. Veamos. Ciento y la madre es un programa rancio de cámara oculta adornado con un celofán que huele a caspa por mucho que Patri se esfuerce en sonreír y, como la Campa, darlo todo. Hubo un pequeño revuelo, una interesada expectación por la vuelta a la pantalla de la mítica estrella de la- Sexta, pero pasados los tres segundos del primer morbo de verla en Cuatro, en Mediaset, bluf, se apagó la velita del ensalmo y quedó al descubierto lo que es Ciento y la madre, una castaña de mucho peso.

No creo que el programa basara su éxito en la tontería de haber contratado a la antigua enemiga, pero sea así o no, el programa es un fiasco. Tiene cuatro golpes buenos, pero no es un programa que justifique soportar el altivo sentido del humor de Eva Hache, que también pasó por aquí. En el plató desde el que se graba la función hay público, claro, público adiestrado, o sea, público que ha de reír la gracia sí o sí, pero ese público no cuenta. El que cuenta es el de casa, usted, servidora, la vecina, el pajillero del quinto, la quinqui del ático, la sorda del segundo, el hijo de puta del primero, la arrogante del cuarto y el marica del entresuelo, esa fauna más o menos estrambótica o corrientita que conforman las audiencias.

Se supone que Ciento y la madre está pensado para un público general, familiar, más tirando a urbano, pero qué queréis que os diga esta experta respetada en el mundo de la crítica televisiva, Ciento y la madre no es un programa de grandes audiencias. Es más, es un programa que no llega a los 800.000 espectadores, y bajando. No pasa nada. Se lo quitarán de encima y arreando. Lo dejo escrito. Tal como va la vigilancia, no habrá firma de segunda temporada de Ciento y la madre. Lo que no sé es cómo Paolo Vasile, el lince de Mediaset, dio permiso a un programa así, sin friquis ni Luján Argüelles. Es un sentimental.