Hablaba hace unos días mi capitán, el capo (acepción americana) Paolo Vasile, tan conocido en esta página, sobre lo que más sabe, sobre la mierda, sobre la telebasura. Pero no se refería a su propia y robusta fábrica, no, se refería a la fábrica de hacer caquita de los otros, carísimo término con que la recortadora de la Mancha, mi amada Lola de Cospedal, habla del PSOE.

Don Vasile habla de mierda refiriéndose a La 1, sí, señor. ¿En general? Bueno, todo se andará y todo se revisará. Habla de La 1, en particular de Entre todos, la cita con la telemendicidad que tanto bien hace al bolsillo de Toñi Moreno (1.400 euros por bolo y día). Don Vasile dice que Entre todos es pornografía. Y añade, y matiza, pornografía del dolor. Qué listo es don Vasile. Y qué tontos nos cree desde su superioridad intelectual, que este es otro que tiene la intelectualidad tan crecida como el zambomba de Miguel Arias Cañete, que ha de esconderla todo el rato para no humillarnos.

Dice que ese espacio de la pública es un ejemplo de programa que no debería estar en la pública. En el fondo, el pensador Vasile está tirando a dar contra Antena 3, a la que le niega su éxito, que no hubiera tenido en sus tardes brillantes si «TVE no hubiera desmantelado sus tardes a su favor» (de Antena 3). Hablo de nuevo de basura, es decir, de don Vasile, porque él mismo lo ha puesto a huevo. Hay que tener unas agallas de campeonato o un cinismo equiparable al de Esteban González Pons para hablar de pornografía, o sea, televisión basura, en otras cadenas y no ver el hedor de los purines que salen de la suya.

En la actualidad, en Telecinco conviven varias marraneras de las gordas, al margen de las clásicas. Una estuvo a punto de ser estrenada y, a las pocas horas, finiquitada porque el negocio se venía a pique. Hablo de Supervivientes, que llevó a la isla a una tanda de ansiosos aspirantes a la fama, pero que no los conocían ni en su barrio. Pero empezó a remontar con la única fórmula que le funciona a esa cadena, inyectando más mierda, es decir, subiendo el listón del mal gusto.

De esto saben mucho Amador Mohedano y su colega, la gran dama de la escena Rosa Benito. Y hablo de Mira quién salta, un tostón de programa donde algunos desconocidos en taparrabos se tiran a la piscina desde un trampolín. Eso no hay quien lo soporte, las audiencias son vergonzantes para Mediaset, y por más tertulias que le dediquen los programas satélite de la cadena madre, no hay quien aguante las paridas de un jurado absurdo en el que podemos ver al cansino Boris Izaguirre dando gritos y soltando majaderías sobre los concursantes.

Mantiene el tipo, como si hiciera el programa de su vida, Jesús Vázquez, que seguro que en sus adentros se maldecirá porque hay que tener el cuajo grande para soportar semejante estupidez sin venirse abajo. El concurso, o lo que sea eso, cuenta con una estrella, Sandro Rey, el charlatán de la noche, ese pedazo de farsante que ocupa la madrugada atendiendo a señoras mayores que preguntan por el futuro de sus hijos. Él y otra que se dedicó al porno, la señora del amor Lucía Lapiedra, son los más conocidos. Sin embargo, hay otro espécimen llamado Olivia Valere que me tiene pillado.

No he visto el esperpéntico programa entero ni una sola vez. Pero busco como el que busca droga a la tal Olivia. ¿La han visto? No tiene pérdida. Está rellena de silicona. Su cara es un castigo del infierno. A veces me quedo más rato por si en un salto la silicona estalla y alcanza la pantalla. ¡Qué asco todo!