Supongo que lo recordarán como el tipo que se mezclaba con el público que acudía a la grabación del programa nocturno de Andreu Buenafuente para Antena 3 que luego, como una premonición, pasaría a laSexta. Aún no estaban casadas las cadenas, pero al parecer ya se gustaban. Por aquel entonces era normal ver a aquel joven dicharachero al que llamaban El Follonero haciendo de las suyas en tono gamberro y sobrado, un chuleta que caía bien y que tenía salidas para todo.

El jefe hasta lo mandaba a entrevistar a ministros, y los ministros se dejaban querer porque sabían, y José Bono tiene un olfato privilegiado para estas cosas, que salir en la tele en clave de humor es ganar puntos. El Follonero crecía y nos aprendimos su nombre, Jordi Évole, pero apenas se usaba. Pasó el tiempo, y cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegaba al final de su primera legislatura, a Jordi Évole, ya en laSexta, le daban un programa porque aquel tipo, el tocapelotas, el de los chistes, el atrevido, había adquirido vida propia al margen de Andreu, aunque sin salir de El Terrat, la productora que aún lo cobija, y nacía Salvados, que al principio tenía un apéndice, es decir, Salvados por la campaña. Era 2008 y Salvados por la campaña nació para eso, para seguir el avatar de la campaña electoral de las elecciones de aquel año, para contar entre bambalinas y con mucho sentido del humor lo que ningún programa, y mucho menos ningún informativo, contaban. No sólo cayó en gracia, sino que hacía audiencias insólitas para laSexta.

Terminó la campaña electoral, presidió de nuevo Zapatero el gobierno, y Jordi Évole siguió con Salvados a secas. Y ahí empezó la carrera de un periodista que fue colgando el traje del niñato chuleta y de un programa que fue quitándose la careta de humorístico, para retratar una realidad como el cirujano, bisturí en mano, opera en la herida, con delicada meticulosidad pero implacable. Salvados, hoy por hoy, una vez que se fue concentrando en el periodismo de análisis y reflexión, eliminando tonterías como las del nefasto Carlos Navarro, conocido como el Yoyas por un infame programa de Telecinco, acabó siendo el excelente programa que es hoy, un programa que eleva a categoría superior el buen periodismo, que ennoblece a una profesión muchas veces acogotada por el poder económico del que depende, con demasiados lazos e intereses entre empresas editoras y poderes políticos y económicos.

El Salvados de hoy, con unas medias de audiencia que alcanzan los cuatro millones de espectadores, sí, cuatro, indaga en los aspectos de una crisis que no ha generado el ciudadano, pero la sufre, y también en la usura de los bancos, en la voracidad y apego al dinero de la Iglesia católica, en la situación de la investigación, en el porqué, a pesar de los seis millones de para- dos, de miles de familias al borde del hambre y la miseria, no explota este país. Salvados es más que un buen programa de televisión. Es el ejemplo de un periodismo casi heroico, apuntalado por una cadena que, a pesar de las presiones, y el PP no para de meter cizaña, apuesta por su mantenimiento. Lo curioso, en lo personal, es que Jordi Évole hace lo que hace sin resultar chulito, ni agresivo, ni pedante, ni altivo. Sólo es un periodista que hace muy bien su trabajo.