Llevo no sé cuántos años, más de veinte, escribiendo sobre televisión. Al principio me pareció una idea descabellada, pero venía de Ramón Ferrando, palabras mayores, mi director del periódico con una imaginación y atrevimiento poco habituales. Escribe algo para mañana del programa de esta noche, me dijo. Le gustó lo que escribí. Y desde ese instante, ya como Maldeojos, se convirtió en la columna que hoy se publica en distintos periódicos de Editorial Prensa Ibérica. Tengo un abultado archivo de papel donde voy guardando estas columnillas. Y ahora, cuando las manejo sin saber por qué para la de hoy, compruebo que se han convertido en un testimonio de muchos cambios, personales y colectivos. Mi careto encabezando el texto ha pasado del pelo largo y negro al pelo corto, y aún negro, o al pelo corto pero ya blanco, y de las gafas de montura pesada a las de liviano peso. También compruebo picoteando entre el mazo de hojas cómo han ido cambiando los diseños de la columna, la tipografía del periódico, el espacio, y ni qué decir tengo que las negritas con los nombres rutilantes que en un momento fueron, de golpe dejan de aparecer dando paso a otros nombres, a otras estrellas. Saco al azar una columna del año 1995 que está dedicada a ELLA. Los lectores de entonces sabían que ELLA sólo podía ser Isabel Gemio, en su tronío con un programa lacrimógeno y cursi a la altura de su ego como Sorpresa, sorpresa. Por aquel entonces era la reina de Antena 3. Más tarde llegaría Hay una carta para ti, y hay que reconocer que narraba con más brío y convicción la historia de los invitados en comparación con la planicie narrativa y gris con que hoy hace el mismo programa Jorge Javier Vázquez, que se mueve por el plató manejando sus folios como un autómata ajeno a la vida. ELLA pecaba de cursi y él lucha para no parecer tan ordinario como le pide el cuerpo.

Un palo por el culo

Se me ocurre esta columna en la salita de espera del dentista al que acudo. Una pantalla enorme de plasma cuelga en la pared a medio volumen. Igual que entonces, cuando a final de la década del 80 nacía el Maldeojos, hay tantos críticos de televisión como hay espectadores. Eso no ha cambiado. Unos publican su opinión y otros, la mayoría, la dan sobre la marcha. Mira que sacan veces a este sinvergüenza, dice una mujer mirando a la pared, donde Susana Griso habla con sus tertulianos sobre Luis Bárcenas. Anda que el Gran Wyoming le dio un buen repaso anoche a Mariano Rajoy, que como tiene mala conciencia se le escapó lo de "inversobres", dijo una joven. Ese programa es una mierda que no respeta nada, le contestó un señor mayor, yo no lo veo. La chica no quiso entrar al trapo, pero murmuró que si no lo veía cómo decía eso, y que seguro que tenía esa opinión viendo Intereconomía. Al día siguiente era Carlos Arguiñano el que salió en el aparato con unas gafas de pasta blanca cantando una de las suyas. Qué huevos tiene, míralo, es como Enrique Sánchez, el cocinero de Canal Sur, aunque este se nota que tiene más tablas, mucha tontería, mucho chiste, pero el tío controla, comenta un señor sin levantar la cabeza, y muy limpio, siempre se está lavando las manos, a mí me encanta, le responde enfrente una mujer que se está poniendo la dentadura. Cuando vivo este tipo de situaciones no se me ocurre abrir el pico por nada del mundo. Disfruto con esos comentarios, atesoro algunas perlas, y a veces hasta me hacen ver las cosas desde un punto de vista que jamás había imaginado. Los bares son atalayas privilegiadas para pescar opiniones sobre este u otro programa, sobre este u otro presentador. Pero si anda como si llevara un palo metido por el culo, qué repipi es, le escuché decir a alguien de Mariló Montero, frase que con pocas variaciones he llegado a escribir alguna vez. En los foros también se cuece un caldero muy vivo en torno a la tele, pero en estos saraos mucha gente pierde su naturalidad porque algunos se toman tan en serio que desdeñan opiniones ajenas por considerarse únicos expertos en la materia.

Estos papelones

En mi casa no tenemos sintonizada Telecinco, la basura la queremos fuera de nuestra vida, escribe alguien en el apartado de opiniones de una página sobre televisión. Pues qué quieres que te diga yo sí veo Telecinco, dice una pariente en una reunión familiar, me da igual que me digan burra, yo veo Sálvame para divertirme, no soy culta, me gusta la mierda que echan, me entretienen y no me importa decirlo. Sobre lo mismo, aunque con matiz de reproche político, una señora le dice a Fernando González, conocido en el mundo de la tele guerrera como Gonzo, que como los debates del estado de la nación no los entiende, ella prefiere Sálvame. En el plató de El intermedio, Gonzo le pregunta al Gran Wyoming si no le avergüenza que cuanto peor va el país mejor va el programa. Ah, no sé, no sé si el país va mal, yo sólo veo La 1, respondió el medicucho. El galeno dio en la diana. Es una opinión particular, pero hay que lamentar que muy extendida, y por días más y más evidente. La deriva sesgada de la información en la tele pública es bochornosa. El intento de rellenar los tiempos informativos con material que apenas sirve para programas como Así nos va o similares, lamentable, indigno de un Telediario que fue referente mundial por su rigor, escrupulosa independencia, y ganada credibilidad. Igual que Mariano Rajoy afeaba a sus opositores por tener que hacer "estos papelones", me imagino a Oriol Nolis y Raquel Martínez, a los que supongo con criterio, tener que hacer esos papelones dando paso a un vídeo en el Telediario de las nueve de la noche, mientras el país hervía en manifestaciones, para ver a un chico montado en unos patinetes recorriendo un edificio abandonado, entrando y saliendo por ventanas, bajando escaleras a todo trapo, y saliendo a la calle en apenas unos segundos. Tremendo. Ese vídeo se puede ver en internet. No es extraño que la audiencia abandone poco a poco la cadena de referencia nacional. No hay peor crítica que esa huida. Es, en el fondo, la crítica más temida. La de la audiencia.

LA GUINDA

Cospedal no es Cospedal

La actuación a principio de semana de Dolores de Cospedal explicando en directo el cobro en diferido de no sé qué simulación de alguien inexistente como Luis Bárcenas sigue dando tumbos en los programas de humor. Ni siquiera los imaginativos vídeos manipulados de El intermedio han podido mejorar el original, una joya del surrealismo y la desvergüenza política que la del PP urdió demudada. ¿Qué le pasa a la señora?