Cada día 20 personas entran en prisión. Prisiones que se alzan a las afueras de pueblos y ciudades para conseguir que su población sea prácticamente invisible. O no. 230 programas después y tras cuatro años intentando entrar en una cárcel española, Callejeros ha conseguido que las puertas de una prisión se cierren con ellos dentro.

Los reporteros Beatriz Díaz, Juan Antonio C. Arias y José Martínez conviven durante un verano entero, con los presos del Centro Penitenciario de León. Día a día, hora a hora, minuto a minuto junto a los presos, los funcionarios y la dirección del Centro en una pequeña sociedad, en un mundo aislado por los barrotes.

Un programa inusual y especial, casi una película, grabada casi con total libertad para contar cómo es el amor, el odio, la venganza, la esperanza y, la ilusión de cientos de personas que viven dentro de una prisión. Las emociones son tantas que la cárcel se convierte en la calle. Lo que ocurre en la calle sucede en la cárcel a lo grande. Aquí todas las emociones se magnifican, los amores son más desgarrados, las venganzas más crueles, los anhelos más mundanos, las deudas más difíciles de saldar. Es una rutina, una cotidianeidad, una sociedad que bulle igual que en la calle. Pero con una ligera salvedad: siempre escuchan el ruido de las puertas cerradas desde dentro.

Las celdas miden apenas 10 metros cuadrados. Pensadas para una persona, la ocupan dos. Aquí se pasan encerrados más de 14 horas de las 24 que tiene un día. "Tener que desnudarse delante de un desconocido, hacerlo todo. Es muy feo". El que habla es un pizzero italiano que espera un anunciado cambio en el Código penitenciario para terminar de cumplir condena en su país. Lo mismo que el 70% de los extranjeros que duermen, viven, comen, se enamoran y hasta llegan a morir, en esta prisión.

José María Benito, Benito para los compañeros de enfermería y para su médico, que para algo en la cárcel uno se presenta por los apellidos, puede que no llegue a ver este reportaje. Tiene VIH porque se enamoró en la cárcel de Cambrians. 37 años. 21 en prisiones. Le quedan tres años de condena y ninguna esperanza de ver la calle. "Cuando robaba me gustaba ese mundo y como era joven y no sabía qué hacer con el dinero, estuve un tiempo metido en las drogas. No le he hecho daño a nadie. Cualquiera que haya hecho algo peor cumple menos condena que un preso común".

A las puertas de la prisión

La cárcel por dentro… Y por fuera. Callejeros completa la fotografía de la vida carcelaria con una vuelta de tuerca: cómo viven los allegados de los presos en el reportaje A las puertas de la cárcel. Altos muros de hormigón, infinitas torres de vigilancia. Siempre a las afueras y lejos de la vista. Somos el país de la Unión Europea con la mayor población penitenciaria. Y los presos no son los únicos que están cumpliendo condena.

Centenares de familiares abarrotan las puertas de las prisiones de todo el país para comunicar con sus presos. Sobre todo en fin de semana. Merece la pena para los 40 minutos semanales de comunicación.