La tienda es magnífica. Se encuentra al principio de la Rambla. Es un lugar mágico. Los pasteles destacan en un aparador impoluto. Escojo uno al azar, para probar. Es una esfera amarilla, delicada, sobre un lecho de galleta de almendra y una luna creciente de manzana por encima. Es de mango. Hinco el tenedor y la esfera se deshace. En el interior aparece el mango con una compota de frutas de la pasión. Lo pruebo. ¡Está delicioso! Tiene poco azúcar y se nota el sabor de la fruta.

Mientras saboreo el pastel, hablo con Joan Cuart que junto con su mujer Mara Narez son los creadores de esta pastelería singular que lleva su nombre. Me cuenta Joan que él y Mara, su mujer, se conocieron cuando trabajaban con el gran Oriol Balaguer en Barcelona y después de un periplo por varios obradores, decidieron fundar su propia pastelería, hace ya cinco años, en el Port d’Andratx. Ahora, han montado este local donde me encuentro en Palma, en plena Rambla. Un local tan primoroso como rompedor, creado por Sandra Piñeiro y Rocío Martínez. Apetece entrar en él.

Hablo con Joan del arte de la pastelería. Hablamos de croissants (por cierto, los suyos son estupendos) y de chocolate, de texturas, sabores y azúcar. Estamos de acuerdo, los pasteles deben llevar el azúcar justo para que no enmascare los sabores. Me comenta que siguen la evolución de la pastelería en el mundo, que siguen los pasos a todos los grandes creadores: por supuesto a su mentor, Oriol Balaguer, a Pierre Marcolini , a Cèdric Grolet…

Hablando, hablando, el pastel de mango que me he tomado ya es una ilusión. ¡Estaba buenísimo! Sin duda, volveré.