Hoy, arquitectura. Hoy he recordado un sueño que tuve hace años. En él, yo estaba visitando el alto Egipto con mi mujer Carlota. Era a finales del siglo XIX. Recuerdo que de repente entramos en una gran nave de techo altísimo. Los muros que lo sostenían estaban reforzados con pilastras descomunales. El techo era de alabastro, por él se colaba una luz cenital que inundaba la estancia creando una atmósfera cálida y amable. El suelo de la gran nave había sido fagocitado por la arena del desierto, incluso en la zona este se había formado una gran duna que llegaba casi al techo. Carlota y yo pasamos unos momentos extasiados ante tanto esplendor. Luego, me desperté.

Este sueño lo suelo recordar de tanto en tanto, sobre todo las épocas en las que la arquitectura es el foco de mi atención. Anteayer, volví a revisionar el magnífico documental sobre Norman Foster titulado ‘¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?’ Un documental exquisito e imprescindible para aquellos que les apasione la arquitectura. En él, se disecciona la obra de Foster junto a su devenir vital. Hablan de Foster y de su obra, arquitectos como Richard Rogers (que fue socio suyo) y Narinder Sagoo y otros colaboradores como el ingeniero Tony Hunt o el historiador de la arquitectura Vincent Scully y, también lo hacen creadores como Anish Kapoor, Anthony Caro, Richard Serra, Cai Gou-Qiang y, como no, su gran profesor y mentor, ‘el excéntrico y mesiánico’ Bucky Fuller. Éste, en la primera entrevista que sostuvieron, dejó anonadado a su pupilo con la pregunta: ¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?

En 2015 fui en coche con Mar a Inglaterra y decidimos hacerlo por el centro de Francia para ver el ‘Viaducto de Millau’. ¡Una maravilla! Nos impresionó. Por la noche, en Orleans, degustando una cassoulet (las judías blancas se deshacían en la boca junto con las salchichas y el tocino mientras el Valençay chispeaba en nuestros corazones) hablamos largo y tendido sobre arquitectura, sobre Foster. Le conté a Mar mi sueño. ‘Estábamos allí, Carlota y yo, con nuestros pies sobre la arena, extasiados, admirando la nave colosal. Ésta era más que un templo, era un “elogio a la arquitectura”’