En estos días de actividad frenética, tecnología, comunicación virtual y low cost, la simplicidad es el mayor acierto. Ha surgido una tendencia natural que se afianza en el espacio doméstico, introduciendo materiales orgánicos y devolviéndonos el calor de la vida sencilla. Y de este modo, intentado recuperar la esencia de las cosas. Acercándonos a la naturaleza se abre camino, el nuevo arte.

Frente a la digitalización de nuestra vida y la robotización de todas las tareas rutinarias, la artesanía se erige como un revulsivo ante una industria que simboliza la  acelerada, la máquina de hacer copias sin alma y alimenta la glotonería consumista de usar y tirar. Necesitamos objetos que cuenten historias, que tengan alma..., métodos artesanos, piezas únicas e imperfectas, esfuerzo con categoría de arte, calidad frente cantidad, personalidad frente mimetismo, dedicación y curiosidad.

La artesanía es una vía de expresión de la producción local comprometida con el medio ambiente y el desarrollo social. Producir menos, consumir menos y recuperar materiales y tradiciones, es expresión de honestidad y sinceridad. Desde una perspectiva intuitiva y emocional, salvaguarda nuestra diversidad cultural y tecnológica, tomando la naturaleza como referente, convirtiéndose en un diálogo entre cultura y naturaleza, entre geometría y formas orgánicas que seducen a través de materiales imperfectos.

Por su carácter único el producto artesano no genera stock, ni sobreproducción ni consumo banal, por lo que debería tenerse en cuenta además en clave de sostenibilidad. La artesanía crea una implicación emocional de las personas con sus objetos que les une en el tiempo, lo que revierte en una prolongación de su vida útil. 

Ahora más que nunca la artesanía puede ayudar a sanar a la humanidad proporcionando sencillez, autenticidad, sostenibilidad, alma, ternura... es la belleza imperecedera, es el nuevo arte.