Hoy, sol. Tregua. Este otoño está siendo muy lluvioso. ‘Pluja de esclatasangs’, pienso. ¡Crucemos los dedos!, la temporada pasada fue desastrosa. ¡Ya me han dicho que han cogido alguno en la sierra! Mañana iré a dar una vuelta por mis ‘agres’.

Heredé mis ‘agres’ de ‘l’amo en Tomeu’, una gran persona; ‘jo l’estimava molt a en Tomeu, i ell a mi’. Cuando era adolescente, una tarde me dijo: ‘Maurisio, vina, t’ensenyare els meus agres, no ho diguis mai pus a ningú; son teus’. Y así fue como heredé uno de los secretos mejor guardados; ni a sus hijos, Tomeu, se los había enseñado. Aquella tarde subimos por el ‘Comellar gran’ hasta que llegamos a un lugar donde el bosque de encinas se espaciaba. Era una zona abandonada de labor que había sido poblada, con el tiempo, por pinos. Bajo uno de ellos, que era muy grande, había varios lentiscos que formaban con su tupido follaje una cueva escondida. Tuvimos que gatear para entrar. En el suelo impoluto de la cueva vegetal −una extensa alfombra de pinaza− se veían varios bultos. Uno estaba abierto y por él se intuía más que se veía un hermoso y frágil esclatasang. ‘Uep!’, al manco, n‘hi ha una dotzena o mes’, dijo en Tomeu. El nirvana apareció ante mis ojos, caí en éxtasis. 

Sí, el Lactarius sanguifluus, la variedad de níscalo que encontramos en la isla, es una seta muy esquiva. Necesita para crecer unas condiciones −como sabemos bien todos los que somos aficionados a recolectarlas− muy estrictas de humedad y temperatura; lo que hace que muchos años no broten. Me apasiona buscar esclatasangs y cuando encuentro un buen ‘redol’ caigo en un verdadero éxtasis. Por supuesto, también me gusta cocinarlos y comérmelos.

Una de mis recetas favoritas es la lasaña de setas. Para cocinar una fuente generosa para ocho comensales se necesitan dos kilos de setas variadas: esclatasangs, picornells, ceps, colmenillas… que rehogas, cortadas en trozos gruesos, con un chorrito de aceite y sal; cuando están casi hechas añades una picada con un poco de perejil y dos dientes de ajo, y las reservas. Aparte, haces un buen sofrito de tomate, cebolla y calabacín con un kilo y medio de carne picada (mitad vacuno y mitad cerdo) especiada a gusto y un cazo (1,5 l) de salsa bechamel. Una vez hecho esto, puedes montar la lasaña alternando cinco capas de pasta, dos con setas y bechamel, dos de sofrito de carne y bechamel; y utilizando la última para cubrir todo. Luego por encima echas el resto de la salsa (la última capa de pasta debe quedar totalmente cubierta, para que no se seque con el gratén) y queso ‘cheddar vintage’ rallado grueso. Y, luego, pones la fuente en el horno a 180°C entre media hora y tres cuartos (depende del tipo de pasta). Resultado, ¡un manjar! 

En cuanto a lecturas, he seguido con Sciascia: ‘La noche de la lechuza’ y ‘Cándido’. Tanto el uno como el otro son magníficos. Apunté varios pasajes y reflexiones de los mismos. En ‘La noche de la lechuza’, por ejemplo, hay una escena muy ilustrativa de la Sicilia profunda. Hay un crimen. Los testigos ante la policía, ¡como no!, se hacen los tontos. No han visto ni saben nada de nada. Nada. Pero el narrador nos hace ver que algo les inquieta y no es el capitán altivo que ha venido del continente ni el brigada chusquero de malos modales, el que les inquieta es el carabinero que esta escribiendo el atestado, porque lo que les inquieta de verdad es la Escritura; para ellos: ‘la negra simiente de la escritura’. Las dos novelas son muy recomendables.

Mañana subiré es ‘Comellar gran’ hasta llegar a la cueva de suelo impoluto, y miraré si sobresalen unos bultos en la alfombra de pinaza y pensaré en Tomeu y si hay esclatasangs caeré en éxtasis.