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Tiempo de cítricos

La mandarina es ideal para iniciar a los niños en el consumo de fruta fresca

Tiempo de cítricos

Diciembre llega cargado de naranjas, mandarinas y clementinas, limones y pomelos, que ya empezaron a ser recogidos del árbol a mediados de noviembre y que, hasta entrado enero, alcanzan su mejor punto. La cosecha ha sido bastante aceptable, aunque el año ha sido complicado por la falta de lluvias y los costes de la energía.

Los cítricos son frutas muy versátiles, que se pueden comer tal cual (frescas o en zumo) y que ofrecen también mil posibilidades culinarias, ya sea como producto base o como complemento, en salsas, por ejemplo. Muy ricas en vitamina C, tienen también un gran contenido en flavonoides y, por tanto, están muy recomendadas para proteger el sistema nervioso central y combatir el envejecimiento celular. Tienen aceites esenciales que presentan grandes posibilidades más allá de la gastronomía, como la perfumería.

Mandarinas y clementinas

¿Sabía que, a menudo, cuando compra mandarinas en el mercado, lo que en realidad se están llevando a casa son clementinas? Estas últimas son un híbrido obtenido de la naranja y la propia mandarina, de tamaño pequeño o mediano y con apenas semillas en sus gajos. Tienen un fuerte color naranja y son muy jugosas y aromáticas (desprenden un fuerte y característico olor cuando son peladas).

«La mandarina es más fina, más pequeña y más delicada a la hora de producirla, pero también muy apreciada por los consumidores», cuenta Josep Domingo Espuny, productor de clementinas en Tortosa y responsable del sector de los cítricos en el sindicato agrario Unió de Pagesos.

La clementina, en cambio, resulta más resistente y, al ser más grande, también tiene un mejor rendimiento tanto para el productor como para el consumidor.

Este año, el precio de la mandarina oscila entre los 1.99 euros y los 2.30 euros el kilo, en torno al 15% más que el año pasado.

La mandarina lo tiene todo y es una fruta ideal para introducir a los más pequeños en el consumo de fruta fresca, porque el mejor almuerzo de media mañana y la mejor merienda para los niños es la fruta. Nada de zumos ni batidos. Por muy caseros que sean.

«La fruta se mastica, no se bebe», recuerdan siempre los dietistas-nutricionistas. «Cuando trituramos la fruta, se liberan los azúcares. Por contra, si la masticas, te beneficias de su fibra. Te sacias más y los azúcares se absorben más lentamente», explica Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y autor de «Que no te líen con la comida» (Destino).

La mejor opción para meter en la mochila escolar de tu hijo o hija son dos buenas mandarinas. Por no necesitar, no necesitas ni papel de aluminio para envolver ni un envase de plástico para guardarlas.

Con todo, Lurueña recomienda no ser muy insistentes con los niños sobre los beneficios de esta fruta. «Les puedes decir a tus hijos que tiene mucha vitamina C, pero, en realidad, no hay que darle tantas vueltas. Es tan fácil como trasladarles la idea de que es una merienda sostenible, sana y rica. Lo tiene todo. Así de simple, no te compliques la vida», resume el divulgador científico.

Si a tu hijo no le gusta esta fruta (u otras), recuerda que los expertos en salud infantil insisten en la importancia de no obligar a comer jamás. Frente a imponer es mucho mejor seducir. Eso sí, prediquemos con el ejemplo y tengamos, por ejemplo, en casa un hermoso frutero lleno de mandarinas.

Hay caldo

Las huertas se llenan en diciembre de verduras de hoja verde oscuro (acelgas y espinacas), de tubérculos para hacer caldo y buenas cremas (nabos, zanahorias y chirivías) y, sobre todo, de toda la amplísima gama de crucíferas, desde la col y la coliflor hasta las coles de Bruselas, las lombardas, los brócolis y los brécoles, los romanescos... Todas las coles y coliflores son muy ricas en fibra, vitaminas C y B, potasio y fósforo. Y están muy recomendadas para reponerse tras una sesión de ejercicio físico.

Además, no todas las noches son Nochebuena o Nochevieja ni todos los días Navidad ni Año Nuevo. El tiempo es muy bueno para aprovechar el mes de verduras y elaborar en casa pastillas de caldo concentrado, fáciles de hacer y de larga duración si se congelan. Con ellas, siempre tendrán a mano una solución casera para enriquecer sopas, guisos y estofados.

El contenido del caldo lo dejamos a su elección. Puede ser solo de verduras o se le puede incorporar alguna pieza de carne o pescado. Conviene añadir un extra de sal que servirá como conservante del concentrado y que, cuando la pastilla de caldo se utilice diluida en agua, le evitará tener que volver a salar el nuevo plato.

Durante la elaboración (unas dos horas) hay que ir removiendo bien la cazuela, con el fuego al mínimo. Cuando el líquido se haya reducido, hay que triturar con la batidora todos los productos (sacando antes los huesos y espinas, claro) hasta tener una pasta homogénea. Esa masa hay que secarla bien, poniéndola entre una hora y una hora y media en el horno a 100 grados, después de haberla extendido sobre papel vegetal.

Cuando esté fría, debe pasarse un papel absorbente presionando ligeramente para que chupe la máxima cantidad de humedad posible. Cuando quede bien seco, se puede desmigar la pasta y guardarla en un frasco de vidrio. Las pastillas de caldo caseras se conservan durante unos dos meses en la nevera o hasta seis meses en el congelador. Como lleva tanta sal, la pasta no llega a endurecerse y es fácil sacar del frasco la cantidad que se necesite cada vez.

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