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Películas

Crítica de 'Última noche en el Soho': Carnaby Street en el espejo

Edgard Wright aborda una lúdica aproximación al 'Swinging London' que acaba siendo un tanto hueca y redundante

Fotograma de ’Última noche en el Soho’, de Edgar Wright.

‘Última noche en el Soho’

Director: Edgar Wright

Intérpretes:  Thomasin McKenzie, Anya Taylor-Joy, Matt Smith, Diana Rigg

Año: 2021

Estreno: 19/11/21

★★★ 

A Edgar Wright, que la semana pasada estrenaba su documental sobre el grupo Sparks, se le dan mejor los filmes fantásticos o los 'thrillers' teñidos de comedia y protagonizados y escritos por Simon Pegg (‘Zombies party’, ‘Arma fatal’, ‘Bienvenidos al fin del mundo’) que los mismos géneros tratados sin la distancia humorística. ‘Última noche en el Soho’ funciona bien durante su primera mitad, pero después, excesivamente dilatada en su metraje, termina por repetir y reiterar aquellos conceptos, tanto argumentales como visuales, que tan bien le funcionan al principio y tan cansinos o alargados resultan después.

Es la historia de una joven del medio rural que llega a Londres con la intención de convertirse en diseñadora de moda. Arrastra un pasado familiar traumático, ya que su madre se suicidó y ha crecido al cuidado de su abuela. Es introvertida e insegura, y está enamorada de todo lo que tenga que ver con los años 60 londinenses, desde la moda de Carnaby Street hasta las películas de James Bond y las canciones de Petula Clark, Dusty Springfield y Sandie Shaw. Esa sensación de añoranza por un pasado que no se ha conocido está muy bien explicada tanto con el uso de las canciones como con la presencia de rostros que describen a la perfección el cine y la televisión británica de aquellos años, como Terence Stamp, Rita Tushingham (una de las presencias femeninas del ‘Free cinema’) y Diana Rigg (la Emma Peel de ‘Los Vengadores’, fallecida poco después del rodaje y a quien el filme está dedicado).

Pero además de una reivindicación de la parte lúdica y creativa de aquella época, centrada en las canciones que la joven escucha una y otra vez en su giradiscos portátil y en los diseños que realiza en la escuela de moda, ‘Última noche en el Soho’ es una película de fantasmas o, mejor dicho, un relato fantasmático y urbano -el Londres pretérito está bien recreado y el actual bien filmado- desdoblado en dos mitades, en dos personajes, la chica actual (la frágil Thomasin McKenzie) y una joven del pasado que quiso triunfar como cantante (la decidida Anya Taylor-Joy).

Los primeros desdoblamientos son espléndidos, construidos mediante el ingenioso uso de los espejos y las imágenes dispares que estos reflejan. La inventiva visual de Wright está fuera de toda duda. Pero a medida que avanza, el relato se hace algo hueco y redundante. Algunos personajes, como el que encarna el siempre atractivo e inquietante Terence Stamp, mantienen su misterio hasta el final, y las dos actrices se complementan bien. Pero a Wright le falla la sugerencia, sacrificada por un exceso de evidencia.

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