Calificación: *** Dirección y guion: Jeong Ee-Mok y Lee Jung-H. Fotografía: Ju-sung-Lim. Música: Mowg. Intérpretes: Sung-min Lee, Daniel Choi, Jin-woong Cho, Uhm Junghwa, Do-gyung Lee, Ja-yeon Ok. Duración: 131 minutos. País: Corea del Sur. Año: 2019.

La tendencia, muy propia del cine de Corea del Sur, de agotar las posibilidades de la historia que se nos cuenta resta dimensión real y notables dosis de identidad a este más que sorprendente thriller que escarba con espectacularidad en los antros del crimen y de la delincuencia. Es más, de no haberse alargado tanto algunos momentos, deteriorando un ritmo que es el auténtico hándicap de la cinta, se habría ultimado un producto de considerable envergadura.

Porque Lee Junh-Ho, a pesar de su condición de novato, sabe adornar con los ingredientes precisos un relato salpicado de acción, violencia y hasta de espectáculo. Con esa obsesión por no dejar ni un solo cabo suelto, estirando un metraje que supera con mucho las dos horas, el realizador nos pone al corriente de los entresijos de un suceso que ha causado conmoción en Seul.

Se trata del asesinato de una niña, que ha sido víctima de un execrable crimen, en el que ha sufrido la amputación de las extremidades y de cuya investigación se encargan los detectives más valiosos del cuerpo, en concreto Han-su y MinTae. Hay por eso un convencimiento en las altas esferas de que el caso se resolverá en poco tiempo y de modo satisfactorio.

Craso error, ya que se abre paso a una sucesión de errores en la actuación policial que provocan un auténtico terremoto en el teatro del crimen. Gran parte de este nuevo planteamiento se debe a la irrupción de la mafia, que se ha hecho con un considerable poder y que ejerce un control total sobre sus nutridas huestes.

Hasta llegar al final, hay que hacer frente a las actuaciones de las fuerzas especiales, a los enfrentamientos de las altas esferas y a unos giros sorprendentes en la relación entre los protagonistas, que buscan más el impacto que el afán de que nadie sea cuestionado. Y es ahí donde determinados excesos van a configurar un panorama absolutamente diferente que conlleva la movilización de los traficantes de drogas en un marco en el que los enfrentamientos entre los dirigentes de las bandas rivales también hacen acto de presencia.