Se ha perdido una ocasión más que aprovechable para culminar una comedia romántica divertida y amena y aunque las cosas no acaban del todo mal, hay que lamentar que al final prevalezca un sabor de cierta decepción.

Porque a la vista del reparto y del argumento, adaptación de una obra teatral francesa escrita en 2002 por Gerard Bitton y Michel Munz, las cosas pintaban bastante mejor, especialmente si se tiene en cuenta la presencia de Alexandra Jiménez, que está en un momento jugoso, y del director Álvaro Fernández Armero, uno de los cineastas españoles mejor dotados para el género, responsable de títulos como ‘Nada en la nevera’, ‘Todo es mentira’, ‘Salir pitando’ y ‘Las ovejas’ no pierden el tren, que muchos aficionados recordarán.

Con defectos por un lado y virtudes, en menor medida, por otro, asistimos a la ruptura matrimonial de Maite y Santi por razones que no están demasiado claras. Diríase que es fruto del aburrimiento, de los efectos de la crisis económica o de una cierta monotonía, puesto que los dos se siguen queriendo y se sienten sumamente celosos cuando se interponen entre ellos aspirantes a ocupar el «vacío» que han dejado en su cama.

Es más, hasta acogen con resignación el que los trámites burocráticos en el juzgado se demoren varios meses y se vean obligados, por ello, a seguir juntos. Es entonces cuando la historia efectúa un giro radical que cambia las cosas por completo, más aún cuando se trata de algo tan increíble como que a Santi le toque un premio de 25 millones en la lotería. Un golpe de suerte que, sin embargo, tiene una doble cara, ya que al estar en régimen de bienes gananciales él debe pagarle a ella casi la mitad de lo que ha ganado.

Para impedirlo solo cabe una cosa, que Santi no cuente lo sucedido hasta que estén divorciados. El resto lo ponen los diversos personajes que se mueven alrededor de ambos, algunos interesados en sacar partido sexual de situaciones un tanto sosas que se diluyen a la horade recrear los verdaderos sentimientos de ambos.