Pretende provocar la sonrisa en un escenario tan dramático y conflictivo como el de Gaza, en una Palestina asfixiada por el cerco israelí, sin falsear para nada las aristas trágicas del tema y lo cierto es que, con sus dosis quizás excesivas de ingenuidad, lo consigue en buena medida, especialmente en una primera mitad más inspirada y divertida que no lleva tan lejos, a veces desbordando todas las previsiones, sus propuestas pacifistas. Y prueba de que ese afán tiene un innegable calado es que la cinta obtuvo el César galo a la mejor ópera prima y el premio de la audiencia en el Festival de Tokio.

El caso es que, exageraciones al margen, la cinta pone de relieve las virtudes innatas del escritor y cineasta Sylvain Estibal, criado en Uruguay pero afincado en París, que resulta ser un lúcido debutante capacitado para empresas de envergadura. Autor también del guion, ha contado con una eficacísima colaboración, la del actor Sasson Gabay, un profesional israelí nacido en Irak que incorpora, paradójicamente, al protagonista palestino, un pescador al que, literalmente, le viene un cerdo caído del cielo.

La existencia de Jafaar es la propia de un hombre que vive las estrecheces y duras circunstancias de su pueblo, Palestina, tratando de salir adelante a duras penas con su precario trabajo de pescador en Gaza. En ocasiones él y su mujer no tienen ni siquiera nada que llevarse a la boca. Y en esa situación las cosas se ponen, en principio, peor cuando un día al subir las redes de pesca encuentra en ella a un cerdo vivito y coleando. Su primera reacción, porque es un animal impuro al que los musulmanes desprecian, es matarlo, pero su cobardía le impide recurrir a la violencia.

Lo que menos podía imaginar es que la desgracia iba a convertirse en una fuente de beneficios merced al interés que una joven judía por valerse del esperma del cerdo para su cría clandestina de animales. Como decía el director, lo que le involucró en este proyecto no fue otra cosa que hacer reír a ambas partes, israelíes y palestinos, y mostrar lo absurdo de la situación al acercarse en un ángulo humano y burlesco, pero no agresivo a sus hogares. Quería expresar en su película una revuelta contra las representaciones anquilosadas, el deseo de sacudir un discurso político demasiado rígido para cambiar la suerte de un solo individuo.