Rebaja de forma notoria el nivel de la primera entrega, la que presentó el personaje de Marvel Comics en la pantalla en 2011 y que dirigieron Joss Whedon y Kenneth Branagh, que fue un producto ameno y hasta vibrante en ocasiones, y también desmerece bastante de la otra presencia del superhéroe de origen nórdico en el cine, Los Vengadores, donde compartía protagonismo con Iron Man, Capitán América, The Hulk y la Viuda Negra.

Con acusados altibajos, momentos nada inspirados y una evidente falta de dinamismo y de vigor, poco pueden hacer el aluvión habitual de efectos visuales y el despliegue de medios técnicos que se han empleado en la cinta. Todo apunta, porque son errores de bulto, que al nuevo director, Alan Taylor, le ha sobrepasado por completo una responsabilidad demasiado grande para él, que se ha forjado en la pequeña pantalla y apenas ha dirigido tres irrelevantes largometrajes, el último de los cuales, Kill the por, data de 2003 y no se estrenó en España. Eso sí, nadie duda de que sus incondicionales encontrarán en los fotogramas motivos de satisfacción.

En este episodio Thor, hijo del todopoderoso Odín, se vuelve a convertir en el mejor paladín de la Tierra y de los Nueve Reinos cuando el planeta asiste a una periodo crucial de su existencia motivado por el regreso del perverso y vengativo Malekith, que al frente de los elfos oscuros pretende que el universo se sume en la más completa oscuridad. A pesar de que los elfos fueron derrotados por el Reino de Asgard, en realidad han estado en periodo de hibernación y ahora irrumpen de nuevo con todo su maléfico poder.

En tan delicada coyuntura, que ni siquiera Odín puede controlar, Thor contará con la presencia y ayuda de la bella Jane Foster, con castos toques románticos, pero perderá en la guerra a su hermano Loki. Con dos escenarios muy distintos, por un lado el universo y los Nueve Reinos y por otro la Tierra, que se erige en sede de un encarnizado enfrentamiento en el que se juega el futuro de la humanidad, las peripecias de Thor solo emergen de la rutina cuando el decora- do natural brilla, como es el caso de los exteriores rodados en Islandia y cuando los efectos se desbordan en secuencias harto extremadas