Hay que colocarla en el bloque más interesante e inspirado del cine de David Trueba, cuya obra es desigual pero casi siempre a tener en cuenta, y fue una digna representación de nuestro cine en la sección oficial del Festival de San Sebastián. Con ella vuelve a las pantallas alicantinas un autor que estaba ausente desde que en 2006 vimos Bienvenido a casa, habida cuenta que su cinta posterior, Madrid, 1987 de 2011, sigue inédita entre nosotros.

Escrita y dirigida por el director de Soldados de Salamina y La buena vida, la película efectúa una mirada repleta de sugerencias a la España triste y desolada de los sesenta, en plena dictadura, amparándose en la feliz descripción de tres personajes, un profesor de inglés adulto, y dos jóvenes, una muchacha de 21 años y un adolescente de 16, que tratan de escapar de la rutina y de las miserias que envuelven su vida cotidiana.

Lo más curioso, sin duda, es que el relato se asienta sobre una anécdota real que lo enriquece de forma notable, concretamente el rodaje en 1967 en tierras almerienses de la película de Richard Lester Cómo gané la guerra, que motivó la presencia en nuestro país de uno de sus actores principales, el beatle John Lennon. Este es un dato fundamental y el detonante esencial de una peculiar aventura, la que vive el trío protagonista, que permite conocer mejor a unos seres en gran medida frustrados y, pese a que el profesor pertenece a otra generación, claramente representativos de un entorno social marcado por la falta de libertades y por el autoritarismo en todos los frentes.

Unos tiempos oscuros en los que la represión se dejaba sentir en el hogar y en la escuela y en la que se aplicaba sin traba alguna aquello de que la letra con sangre entra. Si Antonio, el profe-sor, demuestra haber renunciado en buena medida a cambiar las cosas, aunque utiliza para dar sus clases de inglés de las letras de las canciones de unos Beatles despreciados por las fuerzas vivas del régimen, Juanjo y Belén sienten que deben hacer algo más que resignarse a su suerte.

Por eso los dos huirán de sus casas y se unirán a Antonio, que los recoge en autostop por separado, cuando éste se desplaza desde Albacete a Almería con la esperanza de ver de cerca y hablar con su admirado Lennon en el lugar de rodaje. Es más, con este planteamiento se filtra, asimismo, una mirada llena de vitalidad de una España sub- desarrollada con tipos tan bien diseñados como auténticos.