Ganadora del Gran Premio del Jurado en la Berlinale 2012 y representante de Hungría en la pasada contienda de los premios Oscar, es la crónica de una muerte anunciada de una familia de gitanos húngaros. Así nos lo adelanta de manera cruel los primeros títulos de crédito del filme, en una suerte de spoiler destructor que, a juicio de esta cronista, destroza el valor del filme.

En estos, se indica que la cinta está inspirada en unos hechos acontecidos entre 2008 y 2009, en los que fueron atacadas 16 familias, provocando la muerte de seis personas. Con esos datos en la mano, no es difícil imaginar el los protagonistas. La muerte está presente desde el arranque y, la cámara, como el yugo de la dama de negro, se pega a los cuellos de la malograda familia durante su último día, observando el racismo, desprecio y otras barbaridades que les inflige la sociedad.

Lo más interesante del trabajo es como se perfila la invisibilidad social de la comunidad gitana (viven en una casa remota en el bosque, como si se escondieran del mundo), pero a Bence Fliegauf, el director, parece que ese aspecto no le importa tanto como expandir la angustia de la vida y de la muerte a lo largo y ancho. Demasiado miserable, para que engañarnos.