El problema clave y fundamental de 'Vulnerables' es que no da la talla y a partir de ahí nada funciona y todo se viene abajo. Este debut en la dirección de largometrajes del guionista y realizador Miguel Cruz es, por ello, un error de principio a fin, sobre todo porque sus instrumentos narrativos son de una fragilidad pasmosa, la vertiente dramática carece de consistencia y los personajes pierden toda la credibilidad.

Un encadenamiento de defectos que restan a este supuesto thriller toda intensidad, de modo que la tensión y la inquietud que se pretende nunca toma cuerpo. Y en cuanto a la interpretación, inevitablemente arrastra todo este cúmulo de reveses. Aunque Paula Echevarría pone de su parte todo lo que puede, cosa que es de alabar, no consigue aportar a Carla la complejidad necesaria.

En el caso de Joaquín Perles las cosas pintan peor. Carla es, con mucho, el personaje que llena la pantalla, tratando en vano de perfilar los ingredientes psicológicos y terroríficos que colman el relato. Acaba de ser madre de un niño prematuro que ha logrado salir adelante y decidida a entregarse por entero a él, porque no hay ningún hombre en su vida, opta por regresar a la vieja casa rural familiar de su fallecido padre para pasar a una temporada. Cuenta con la ayuda fundamental del encargado de la mansión, Marcial, que cuida de la misma al tiempo que saca adelante a su padre enfermo y a su hijo pequeño Marcos.

Con este esquema de partida, irrelevante y sin rasgos que lleguen a llamar la atención, porque se nos cuenta de una forma que no interesa, se da el salto al meollo clave, la inquietante y delicada personalidad del niño Marcos, víctima de un trastorno bipolar que le lleva a obsesionarse con el hijo de Carla. Tanto es así que ésta siente que su bebé está en serio peligro. Cosas que aparecen desvaídas en los fotogramas, que acogen de forma también absurda y gratuita el obligado romance entre Carla y Marcial.

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