La vuelta al primer plano profesional de la primera dama de Hollywood va acompañada de noticias de índole personal recibidas con el interés que despierta su extraordinario estatus. Angelina Jolie (Los Ángeles, 1975) es, al tiempo, taquillero 'sex symbol', prestigiosa actriz ganadora del Oscar, madre de familia numerosa y comprometido personaje público. Una estrella acostumbrada a vivir en un huracán mediático que igual se entusiasma con su inminente matrimonio con Brad Pitt, su pareja desde hace casi nueve años y su apoyo en momentos difíciles, como cuando decidió operarse los senos ante la alta posibilidad de desarrollar un cáncer similar al que acabó con la vida de su madre. Algo de lo que, afirma, se siente "especialmente orgullos".

Ya hace tiempo que dejó atrás a aquella jovencita algo burlona e indolente que hace casi veinte años presentó en Madrid 'Hackers, piratas informáticos'. Lucía entonces un gótico estilismo profuso en cueros y cadenas, cortísimo cabello teñido de oscuro, los brazos forrados con tatuajes y una despreciativa mirada con la que encajaba las preguntas sobre su padre, el 'Cowboy' de 'medianoche' Jon Voight. La acompañaba su primer marido, Jonny Lee Miller, que -quizá barruntando que la sombra de su esposa sería alargada- no se despegaba de ella ni un momento, por si se perdía alguna foto. Un lustro después había ganado dos Globos de Oro y un Oscar. Se había divorciado y vuelto a casar con un actor 20 años mayor que ella -Billy Bob Thorton- y tenía su propia leyenda negra: supuestos escabrosos rituales y hasta rumores sobre una posible relación incestuosa con su hermano.

Si cabe preguntarse qué tiene que ver aquella "mujer fenómeno" con la actriz comprometida que hoy destina una tercera parte de su millonario sueldo a causas solidarias, la respuesta es simple: nada. Su transformación comenzó en el rodaje en Camboya de 'Lara Croft: Tomb Raider', tras visitar un campo de refugiados. Adoptó a su primer hijo Maddox, nacido allí, secó su talonario repartiendo dinero donde consideró más necesario y cuando notó que a su padre y a su marido les costaba comprender sus preocupaciones, se desentendió de ambos.

Poco después encontró al compañero que buscaba en su peregrinar afectivo; pero era marido de otra. Brad Pitt abandonó a su esposa, Jennifer Aniston, y desde entonces no se despegan. Juntos forman una familia con seis hijos: tres adoptados -Maddox, Zahara y Pax Thien- y tres biológicos: Shilo y los gemelos Knox y Vivienne. Aunque en su momento ya avanzó su idea de retirarse de la interpretación para cuidar de tan numerosa prole, es ahora cuando podría hacerse realidad tras descubrir su interés por la dirección.

Entre tanto, añade un retrato más a una galería formada por unos cincuenta personajes en sus dos décadas de carrera. 'Maléfica', auténtico icono de la maldad, con el sello Disney, tiene ahora su rostro, aunque conserva aquellos cuernos de negro cuero en su atuendo que provocaron escalofríos en varias generaciones. La película acaba de estrenarse en España.

¿Cómo se ha encontrado en la piel de una de las villanas más legendarias que se recuerdan?

Muy cómoda, la verdad. De pequeña me encantaba Maléfica. Un poco a diferencia del resto de las niñas, a las que les fascinan las princesas Disney, Maléfica siempre ha sido mi personaje favorito dentro del imaginario de aquellas películas de animación con las que crecimos. La amaba y la temía a la vez. Es curiosa la atracción que ejerce sobre los niños este tipo de personajes que les asustan o no acaban de entender, pero les llaman la atención. Quizá porque son inadaptados; no encajan, como les ocurre a muchos adolescentes. Es algo que comprendo muy bien. Yo la veía como una mujer tan poderosa y que se lo pasaba tan bien a pesar de su perversidad, que me provocaba una enorme curiosidad.

¿Se reconoce en ella en ese rasgo, al estar considerada una de las mujeres más poderosas de Hollywood?

Nunca juzgo los papeles que me ofrecen por lo que circunstancialmente pueda haber de mí en ellos. A veces me han encargado interpretar a mujeres misteriosas, elegantes, instaladas en el lujo, con las que tengo poco que ver. Prefiero, en cualquier caso, que los personajes posean cualidades más modernas que muestren cómo ha evolucionado la mujer dentro de la sociedad actual. Pero una actriz debe estar disponible para representar lo que le ofrezcan o lo que elija con todas las consecuencias y más allá de gustos personales.

¿Maléfica vino a usted o fue al contrario?

Cuando escuché rumores de que pensaban hacer una película sobre ella, intenté averiguar de qué se trataba y -no sé si por esas pesquisas-, al poco tiempo recibí una llamada preguntándome si me interesaba. Acepté inmediatamente. Me encantaba la idea, pero no me imaginaba cómo se podría hacer un filme sobre alguien que lanza una maldición a una recién nacida, en su cunita. Bueno, decidí arriesgarme, y salió bien.

Asumió ese riesgo incluso como productora.

Sí. Es algo que me gusta hacer; es un modo de comprometerme más aún con los proyectos en los que participo.

¿Ha tenido algo que ver con esa mirada entre comillas comprensiva hacia el personaje que impregna esta nueva versión?

Todos influimos sobre lo que hacemos. La gente va a encontrarse con la Maléfica de siempre, lo que gustará a sus seguidores de toda la vida, pero en esta película es todo más complejo. Podemos saber por qué se convirtió en malvada. Antes de eso tenía un sentido muy desarrollado de la justicia y de las diferencias entre el mal y el bien. Incluso un gran corazón, pero después se descontroló. Era un espíritu fuerte que quiso defender su tierra de la agresión de los humanos. El destino enredó, y le ocurrió algo terrible que hizo crecer la oscuridad en su interior. Por eso, cuando el público vea la famosa escena del bautismo de la princesa Aurora en la que la maldice, quizás algunos espectadores puedan estar de su lado. Si lo logramos, sería extraordinario, querría decir que lo hemos hecho bien.

Su tono es a veces irónico...

Yo me he preocupado especialmente de que no se perdiera su retorcido sentido del humor. Es una historia preciosa; un cuento de hadas distinto y muy emotivo. Queríamos dar importancia a ese aspecto. Por eso, cuando leí el guión por primera vez, me emocioné.

¿Cree usted que es excluyente que una película de empaque comercial incite a la reflexión o transmita enseñanzas?

En absoluto. El personaje lo dice en uno de sus parlamentos: "En este mundo existen la maldad, el odio y la venganza", y ese deseo de revancha está en la génesis de algunos de los peores conflictos de la humanidad. Lo mismo ocurre con los enfrentamientos territoriales, que han dado lugar a cruentas guerras. En este caso, además, el material es un cuento de hadas. Y los cuentos siempre conllevan una moraleja. Han acompañado la educación de incontables generaciones, aunque algunos eran bastante violentos en su origen.

¿Qué les parece a sus hijos?

Hice un experimento con ellos. Les conté la historia teniendo en cuenta que la narración original, La bella durmiente, data de 1525 y se transmitía de modo oral. Pero lo hice desde el punto de vista de la villana, que fue una aportación de Walt Disney y aparece por primera vez en el fi lme de 1959 que todos conocemos. Al día siguiente, mi hijo Knox, de 5 años, se peleó con una de sus hermanas por ello. Le decía: "Maléfi ca es malvada. Da miedo y es mala". Y mi hija le respondía: "No lo entiendes. No sabes nada". De pronto, me di cuenta de que eso también me gustaría decirlo a mí personalmente. Hay mucha gente que habla y habla sobre mí, que me prejuzga sin saber todos los datos. Fue muy interesante. Hubo polémica, pero tanto a ellos como a mí nos dio materia para refl exionar, cada cual a su modo.

La defensa que hizo su hija del personaje ¿le hace pensar que en la historia subyace cierta reivindicación de lo femenino?

Sí, creo que es más fácil que las chicas defiendan a Maléfica; aunque lo importante es que tanto niños como niñas conozcan bien al personaje y se identifi quen con él. Es un modo de demostrarles que deben ahuyentar de sus vidas los prejuicios. Pero sí espero que las chicas, especialmente ellas, vean lo importante que es tener sentido de la justicia. Que aprendan que por lo que es justo vale la pena luchar. Quiero que vean que pueden ser peleonas a la vez que dulces, femeninas y sensibles, con todas las complejidades que caracterizan a las mujeres. Pero también hay un personaje masculino muy destacado. Stefan, que interpreta Sharlto Copley. Es un chico humano al que Maléfica conoció en las ciénagas cuando era joven. Se hicieron muy amigos, pero a medida que crecieron, cambió su modo de ver el mundo y acabaron siendo enemigos. Ambos se sumen en la oscuridad en diferentes momentos de la historia, pero, al final, Maléfi ca acaba reencontrando su humanidad, al contrario que él. Él es más terco; más determinado y menos complejo en definitiva.

Una de sus hijas, Vivienne, ha debutado en el fi lme, como la princesa Aurora de niña. ¿Ya ha descubierto su vocación?

En absoluto. Ha sido por necesidad. En la película hay muchas Auroras diferentes. Una, recién nacida, con la que tenía varias escenas. Intenté ser lo más simpática posible, pero la verdad es que al fi nal me tuve que convencer de que con ese aspecto asusto a los bebés. La pobre se traumatizaba cada vez que me veía; fruncía el ceño y se ponía a llorar. Igual ocurría cuando algunos de los hijos de los miembros del equipo que traían al rodaje a sus chavales. Salían huyendo en cuanto me veían. Así que comprendimos que la única niña que no reaccionaría así sería mi propia hija. Ningún otro niño me permitiría cogerlo en brazos con ese disfraz, porque acabaría aterrado. Tengo un lazo especial con ella; no me deja ni a sol ni a sombra. Ya puedo estar cansada o de mal humor que no le importa. Se acerca a mí al grito de: "¡Mami, mami!", y no hay forma de ahuyentarla. Mi otra hija, Shiloh, es mucho más independiente.

¿Se han divertido, al menos?

A ratos. Tuvimos que rodar una escena en la que me mostraba cruel con su personaje, y ella me tenía que responder con cariño y ternura. Salió bien porque ella, en realidad, veía a su mami. Ha sido divertido y también duro. Los niños sólo quieren hacer la escena una vez. No quieren ponerse ropa que no les gusta ni sonreír si no les apetece. Pero al fi nal creo que Vivienne se lo pasó muy bien.

Tras dar forma a una trayectoria tan destacada como la suya, ¿por dónde cree que van a ir los tiros a partir de ahora?

Bueno, creo que aún haré algunas películas como intérprete, en concreto, una que ya está escrita y en la que también participará Brad como actor. Pero ahora me interesa mucho más el trabajo tras las cámaras, como guionista o directora. Es algo que ha ido creciendo dentro de mí desde que rodé en Bosnia mi primer largometraje, En tierra de sangre y miel, hace ya tres años. Se centraba en la violencia contra la mujer durante el conflicto balcánico como ejemplo de lo que ocurre cada vez que hablan las armas.

¿Cómo recuerda la experiencia?

Se produjo un tremendo choque en mi interior, entre la parte de mí que, como actriz, escritora o cineasta, quiere expresarse y la que trabaja en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y valora el implicarse en estas cuestiones con los cinco sentidos. De pronto descubrí que no habría problema en que ambas cosas fueran de la mano. Ahora estoy sacando adelante un proyecto, Unbroken, con guión de los hermanos Coen. Pero no pierdo de vista lo que ocurre a nuestro alrededor y en concreto con las niñas secuestradas en Nigeria. Estoy estremecida. Me pone enferma; me cuesta creer que el ser humano sea capaz de una atrocidad así. No hay duda; queda muchísimo trabajo por hacer.