Hay que situarla, pese a que tiene momentos inspirados que dan la medida de sus posibilidades, en el apartado de las decepciones y no consigue definir como sería de desear la irrupción de las nuevas tecnologías digitales, especialmente en el marco de la edición de libros.

Es un hecho que el guionista y director Oliver Assayas, un cineasta galo a tener en cuenta y con algunos títulos destacados en su a ver, entre ellos Finales de agosto, principios de septiembre, Después de mayo y Viaje a Sils María no ha encontrado la inspiración de otras ocasiones y eso se deja sentir en una serie debates, sobre todo el de los algoritmos y la digitalización, un tanto faltos de tono. Algo que se hace patente cuando se impone la vía de la comedia y los diálogos aparcan su frialdad crónica y escogen la opción sentimental y no exenta de frescura.

La película pierde en su desigual trayectoria parte de su sentido del humor que motiva, entre otras cosas, que las soluciones amorosas entre los personajes que están en primer plano carezcan del necesario impacto. Estos últimos son en esencia cuatro, dos hombres, el editor de libros Alain y el escritor Leonard y dos mujeres, Selena, la esposa del primero y Valerie, la amante del segundo. Los cuatro son amigos y se encuentran a menudo, aunque los problemas suscitados por el último libro de Leonard, que han llevado a Alain a renunciar a su publicación, han introducido un toque de malestar entre ellos. La cosa se hace aun más complicada cuando los lazos del sexo atrapan inesperadas infidelidades.

Lástima que no se saque en estas circunstancias el partido idóneo, porque había materia y recursos adecuados para ello. Aceptable labor de un reparto que tiene sus peonesfundamentales en Vincent Macaigne y Julliet Binoche, es decir Leonard y Selena, aunque tampoco desentonan Guillaume Canet (Alain) y Christa Theret (Laure).