La confitería y bombonería Can Frasquet ha cerrado para siempre esta semana. El antiguo horno del siglo XVII albergará un bar restaurante con el mismo nombre. También estos días, una franquicia que ocupa el local del antiguo Forn de Plassa ha sido denunciada por retirar el único recuerdo que aún quedaba del emblemático establecimiento, el rótulo, con un valioso dragón de hierro de estilo modernista. La alpargatería La Dama de Elche pondrá el candado en octubre en la calle Fàbrica porque el local tiene un contrato afectado por la llamada Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU). Su renovación es imposible, ya que supondría un alquiler desorbitado en una zona que ha sido copada por los negocios de restauración. Este es uno de los diversos motivos por los que los comercios antiguos de Ciutat han ido cerrando sus puertas en los últimos años. Otro es la falta de relevo generacional tras siglos en la misma familia -como ocurre en Can Frasquet- y el que más presión causa en vías como el Born y Sant Miquel es el incremento de las rentas por la expansión de las franquicias y las multinacionales.

El café Lírico sufre la amenaza de las grandes cadenas y, aunque el propietario del local "aún no ha dicho nada" a sus gestores, Antoni Mas y Salvador Ferrer, saben que el contrato finaliza en tres años.

"Varios de la zona se han tenido que marchar, como el bar Born y el Reina, porque les aumentaban los alquileres una barbaridad", lamenta Mas. El histórico café, abierto en 1893 con el nombre de Ca s´Andritxol -lo tuvieron que cambiar durante el franquismo- y donde se han sentado ilustres personajes, podría ser otro de la lista de negocios desaparecidos. Porque "¿cuántos cafés y a qué precios tienes que vender para pagar alquileres de hasta 15.000 euros? Eso es lo que piden en la llamada milla de oro y un bar no puede asumirlo, por lo que solo quedarán las multinacionales", critica el socio del Lírico, quien lleva 38 años tras la barra.

El café estará en el inventario que prepara el Ayuntamiento de comercios centenarios. Hay una treintena que han cumplido un siglo y alrededor de cien alcanzan los 50 años. En marzo, el pleno de Cort aprobó por unanimidad una propuesta del grupo Més para elaborar un catálogo de los establecimientos emblemáticos de Palma con el fin de ayudarles, ya que dan carácter y un valor añadido a la ciudad, debido a que forman parte de su patrimonio histórico y cultural. Sin embargo, el nieto de los primeros dueños del Lírico se muestra escéptico. "A pesar de que el bar tiene más de 120 años, es alabado en las guías de viaje y ha llenado páginas en la prensa extranjera, aquí nadie se acuerda de otorgarle una simple distinción", ejemplifica sobre la falta de interés por parte de las instituciones públicas.

Tampoco es muy optimista el portavoz de la coalición Més, Antoni Verger. "Llevamos desde marzo para que hagan el listado de comercios y todavía no lo han terminado. Esta misma semana he vuelto a recordárselo a Jesús Valls [el concejal de Urbanismo], aunque no le interesa este tema, porque opina que protegerlos y darles ayudas es ir en contra del libre mercado", critica Verger.

Incentivos económicos

El grupo municipal Més pone como ejemplo de lo contrario el caso de Barcelona, donde el PP y el resto de grupos han aprobado la implantación de medidas de protección para los comercios emblemáticos de la ciudad. La más inmediata fue la suspensión cautelar de las licencias de obra y de actividad que afectan a los negocios incluidos en el registro mientras se tramitaba el plan de preservación y para evitar poner en riesgo la conservación de los citados establecimientos.

Más decisiones son catalogar las fachadas, interiores, muebles y, en la medida de lo posible, la actividad que se desarrolla; así como ofrecer exenciones fiscales y otros incentivos económicos. En Barcelona se establecen diversos niveles de protección según la singularidad y categoría de cada comercio antiguo. También está previsto actualizar los datos que tiene el ayuntamiento barcelonés sobre la relación contractual, el posible relevo generacional y las perspectivas de futuro con el fin de dar prioridad a aquellos que estén más amenazados.

"Ojalá hubiese algún tipo de protección en Palma, aunque la deberían aprobar cuanto antes, porque de lo contrario será muy tarde", advierte la propietaria de la Antiga Casa Bet, Pilar Cortés. La quinta generación de la tienda abierta en 1839 tiene las espaldas cubiertas en cuanto al alquiler del local, ya que "fue actualizado en 1996 a precios de mercado, por lo que la ley de rentas antiguas no afecta". Lo que sí preocupa a la responsable de la mercería es el relevo generacional y que "Palma se ha convertido en una ciudad souvenir. Las administraciones tendrían que regularlo, ya que se está perdiendo la singularidad del casco antiguo", destaca.

Cafés Llofriu

Para el dueño de Cafés Llofriu, Salvador Florit, también "sería estupendo cualquier respaldo a los establecimientos antiguos". La tienda datada en 1866 tiene la espada de Damocles en forma de LAU sobre su cabeza, aunque no le afectará en diciembre de este año, como a muchos, sino en 2020. "No sabemos qué pasará luego, por lo que simplemente cubrimos el expediente, pese a que habría que hacer mejoras en el local", reconoce. Subsisten, en palabras de Florit, ampliando la oferta. Además de una enorme variedad de cafés -incluso de una marca mallorquina en forma de cápsulas-, ofrecen productos como miel, galletas, chocolate y una selección de tés de calidad. "Espero llegar finalmente a un acuerdo con el dueño del local", se despide el responsable de este comercio singular.

Más optimista se muestra el propietario de la tienda de pesca Can Sion, abierta en 1878 por su abuelo. "Estamos preparando la quinta generación", dice Andreu López orgulloso de su nieto. Su hijo Andreu también trabaja allí, cuyo local tienen en propiedad, por lo que la continuidad parece garantizada. Sin embargo, no hay que dormirse en los laureles. "Cuando llegamos a cierta edad, nos conformamos con el cliente de siempre, aunque habría que ir innovando cada cierto tiempo. Por eso es bueno que haya savia nueva, ya que aportan ideas", en palabras del responsable. "A mí me pasó con mi padre. Empecé a moverme por ferias para traer material que no existía en la isla y con mi hijo hemos introducido la tienda online", destaca.

También confía en sus hijos la propietaria de Casa Roca (1847), Catalina Torrens, "aunque nunca se sabe. Si viene un jeque árabe y me pone un cheque en la mesa, lo tendré que pensar", bromea mientras atiende a clientes estos días de ajetreo escolar.

La Bodega Bellver no tuvo una siguiente generación después de la jubilación de Joan Roig, pero sí ha podido continuar gracias al traspaso que han cogido Cliff Jackson y Pep Rotger. "Éramos clientes y hemos mantenido la esencia del local, porque si algo funciona no hay que cambiarlo", destaca Jackson. Sin embargo, lo han "arreglado y ampliado la carta", donde hay más variedad de vinos, embutidos y llonguets, ya que siguen la premisa de innovar pero sin perder el espíritu de un negocio emblemático.