Eran las siete y media de la mañana cuando agentes de la Policía Local de Manacor obligaban a los coches que llegaban desde Porto Cristo a volver atrás, sin llegar a la ciudad y sin demasiadas respuestas. Los exámenes del 6 de septiembre de 1989 quedaban suspendidos. El cielo, azul oscuro, parecía el que precede a los típicos aguaceros de finales de verano y la lluvia empezaba a caer con fuerza por segundo día consecutivo. Minutos antes de la nueve los bomberos del Serpreisal ya tenían que rescatar en helicóptero a diversas personas aisladas. El diluvio, la temida gran torrentada se había desatado.

En tres horas cayó más agua que la media de todo un año. Los habitantes de Sant Llorenç, Manacor, Felanitx y Campos solo pudieron ver, impotentes, cómo el agua iba subiendo y la tierra, que había dejado de absorber líquido debido a la combinación de la extrema sequía acumulada y a la lluvia caída con más o menos intensidad los días precedentes, iba encharcándose de manera alarmante.

Los torrentes, que venían arrastrando la maleza, desembocaron en localidades y playas de forma tan violenta que en pocos minutos el espectáculo era dantesco: los coches, de los que apenas se veía el techo, nadaban como tablas de madera chocando contra los comercios a lo largo de la plaza Ramon Llull y la avenida del Torrent de Manacor. Hasta una hormigonera que trabajaba en el campo de fútbol de Na Capellera, apareció frente a una casa del carrer des Fum, a unos dos kilómetros de distancia, donde los niveles de agua superaron los dos metros de altura. En la zona de Manacor no se recordaba una torrentada similar desde la del 5 de octubre de 1932.

El torrent de Na Llebrona se llevaba arrancaba lanchas y veleros de sus amarres, hasta que colisionaban sin remedio y se iban a pique en toda la zona del Riuet de Porto Cristo, la playa de s’Illot era un gran lago donde flotaban a la deriva animales y bombonas de butano, destrozando el antiguo paseo y dejando maltrecho el Hotel Cala Moreia, del que incluso se temió por su estructura.

En Campos la riada recordó a la vivida el 13 de noviembre de 1946, cuando cayeron 190 litros/m2, aunque la mayor presión urbanística fue multiplicando los efectos, un efecto dominó que solo acabó en el mar, cerca des Trenc.

Y aunque el agua hasta saqueó varias tumbas del cementerio de Felanitx, fue en Portocolom donde se consumó el drama: tres trabajadores del Aparthotel El Corso, perdían la vida ahogados en la planta baja del edificio. Una cifra que hubiera podido ser mucho mayor de producirse la tormenta tan solo unas horas antes.

Entre las siete y la once de la mañana, las comarcas de Llevant y Migjorn fueron arrasadas. Los registros oficiales hablan de 203 litros por metro cuadrado caídos en la zona de Sant Salvador, 250 en es Picot, más o menos los mismos que en Manacor y Porto Cristo, donde los pluviómetros rebosaron, 160 litros por metro cuadrado en le ciudad de Felanitx, 148 en Cala Rajada o 143 en sa Ràpita. Tal fue el contraste y la virulencia puntual, que traspasado el municipio de Vilafranca (72 litros/m2), la lluvia no dejó problemas de excesiva relevancia. Así, ni el pantano de Cúber ni el Gorg Blau registraron apenas crecimiento y Emaya informó, un día después, de que solo se habían registrado 23 litros/m2.

Catorce carreteras tuvieron que ser cortadas, tres puentes cayeron y otros varios resultaron seriamente dañados, averías eléctricas y telefónicas, la arena (con sus sombrillas y hamacas) desapareció de playas como s’Illot, Calas de Mallorca, Cala Romàntica, Cala Mendia o Cala Agulla, y la recolección de los campos se fue al garete. En total, y aunque las primeras estimaciones del Consell los dejaron en 5.000, los daños materiales superaron con creces los 30.000 millones de pesetas. El Govern tuvo que pedir a Madrid que declarara las comarcas zona catastrófica para acceder a indemnizaciones.

Las causas de la tragedia

Dos son las causas principales que apuntalaron el desenlace: una sequía continuada durante toda una década, y la construcción de edificios demasiado cerca de los torrentes. Los ochenta fueron tan secos que el déficit de precipitaciones solo quedó roto en 1986 y 1987. El resto estuvo muy por debajo de la media; incluso en 1983 las lluvias fueron hasta un 40% inferiores a la media en toda Mallorca. Un aspecto agravado por la continuada extracción de agua del subsuelo en la zona de Campos y la consiguiente salinización. La segunda causa es incluso más obvia: la ocupación urbana de los cauces.

La ciudad de Manacor está cruzada por los torrentes de sa Cabana y sa Moladora, mientras que el núcleo campaner está edificado siguiendo la calle principal, sobre el mismo lecho torrencial, en la confluencia de una serie de abanicos fluviales. El número 12 de la revista local Ressò de Campos, calificaba la tormenta de “golpe irreparable que portará malos recuerdos”, “l’aigua feia lloc allà on fos i de qualsevol cosa que fes fluix”, “fincas inservibles, animales y ganados enteros perdidos, esta es hoy, pasados unos días, la realidad más cruda de Campos”.

Dada la magnitud del suceso, al día siguiente las autoridades, encabezadas por la reina doña Sofía, recorrieron ambas localidades, además de Portocolom, para consolar a los vecinos y presenciar los restos del naufragio.