Las barques de bou son las embarcaciones que representan el sentido más industrial de la actividad pesquera. Su actividad ha sido y es discutida porque utilizan el sistema menos selectivo en cuanto a la captura de especies y sus tamaños y porque se les acusa de arrasar los fondos marinos destruyendo puestas y hábitats.

Hasta aquí la cruz de la situación pero hay que destacar que, como las monedas, todo en esta vida tiene cruz y tiene cara. Sin las barques de bou no sería posible el abastecimiento completo de los mercados salvo que la flota de arte menor se incrementara mucho y todavía así la pesca de ciertas especies sería altamente onerosa.

No hay que culpar a los pescadores patrones y armadores de las barcas de buey. Por ahora hay que agradecerles que suministren el 70% del pescado y marisco que se consume y que sea asequible a los bolsillos de los ciudadanos. Cierto es que para garantizar la supervivencia del sector habrá que buscar nuevos métodos, limitar las zonas de arrastre, y aventurando mucho, sustituir la actividad por otra que garantice los puestos de trabajo y el suministro a los mercados.

A más de uno le chocará que una embarcación se denomine como un animal de tiro, pero como todo en Mallorca, no fue un nombre elegido al azar. Las barques de bou reciben su nombre por una de las formas más eficaces en las cuales empezaron ha trabajar. Haciendo un poco de historia podemos explicar que la denominación bou (buey) proviene de que arrastraban el arte entre dos embarcaciones, igual que una pareja de bueyes arrastra un arado. De esta forma, al poder trabajar en profundidades y con artes mayores, los aparejos pesaban más, elevándose por medio de unos grandes tornos de madera movidos por unas largas barras del mismo material que empujaban los marineros, precursores de los actuales tornos mecánicos.

El arrastre

Cabe destacar también que el origen de este tipo de pesca se remonta en la lejanía. Los primeros intentos se efectuaron desde las playas con un bote a remos que llevaba el arte mar adentro (500 metros como máximo) donde lo extendía y, desde la playa, mediante unos cabos, un grupo nutrido de hombres o bueyes lo arrastraba de forma perpendicular hacia la costa. Esto permitía capturar muchos peces.

Las barques de bou son, en la actualidad, grandes cascos que contienen un potente motor; fuerza bruta que los permite usar su arte, el bou. Éste es una sucesión de redes cosidas de tal manera que forman un gran saco.

El arte

Las redes que se usan han sido históricamente fabricadas con materiales derivados de fibras vegetales naturales como el cáñamo, el esparto o el algodón, pero en la actualidad se van sustituyendo por otros materiales modernos; hablamos del nailon y el perlón, así como por polietilenos y acrílicos, que presentan indudables ventajas por ser menos apelmazadas, admitir coloraciones determinadas, ser muy resistentes y no pudrirse.

Este saco se sujeta al barco por medio de cabos o cables de acero; unidos a una máquina mecánica que los recoge o larga según convenga.

Los cables pasan sobre un pórtico situado en la popa del barco y permiten que el bou se vaya al fondo con ayuda de las denominadas puertas deflectoras. Estas cumplen dos funciones: llevan al bou al fondo por peso y lo mantienen abierto por diseño.

Sirven para mantener abierta la boca del arte mediante la presión ejercida por el agua a la superficie plana de la puerta, cumpliéndose el mismo principio físico del ala de un avión.

La silueta del barco

Durante la navegación las puertas van colgadas del pórtico y son posiblemente la silueta que mejor identifica a una barca de bou.

El gran saco es arrastrado por el barco durante un tiempo determinado. Unos flotadores en la parte superior de la boca y unos pesos, o cuerda de plomo, en la inferior ayudan a las puertas a mantenerla abierta. El barco arrastra la red diversas horas, dependiendo del tipo de pesca a la que se acuda y todo el pescado que nada ante ella va a parar al fondo. Esta es su forma de pescar.

Las autoridades siguen un estricto control sobre estas embarcaciones y progresivamente han obligado a usar redes con un ancho de malla mayor. En la actualidad el mínimo legal se encuentra en los 40 milímetros. La consejería de Medio Ambiente lleva a cabo frecuentes inspecciones en las que incide mucho en el ancho de malla. La razón es evitar las capturas innecesarias de alevines o especies de medida pequeña.