En el verano de 1935 Roberta Warburg llegó a Mallorca procedente de Barcelona. Junto a sus padres había atravesado media Alemania y Francia para embarcar en el puerto de Barcelona con destino a Palma. Desde Ciutat, en automóvil, tras casi dos horas de trayecto, la familia llegó al Port de Pollença. Por delante, Bob tenía dos meses de vacaciones. Con apenas dieciocho años, la estudiante alemana, matriculada en la Universidad de Berlín, deseaba alejarse del ambiente cada vez más irrespirable de su país. Hacía dos años que los nazis gobernaban. Adolf Hitler era el canciller de Alemania. Los judíos todavía no podían imaginar lo que les aguardaba, pero se hacía evidente que los tiempos no iban a ser amables para ellos.

Bob, rubia, de cabello rizado, muy alegre, causó sensación nada más llegar al Port de Pollença. La familia Warburg se instaló en un chalé situado junto a la casa de verano de Alejandro Jaume, el diputado socialista en las Cortes Constituyentes de la República, quien acostumbraba a pasar todos los veranos en el puerto acompañado de su familia y de Andrés Jaume Rovira, hijo de su hermano Andrés.

A los pocos días, Bob entabló amistad con el hijo de Tano Jaume, Andrés Jaume Planes y con su primo, además de con otros jóvenes veraneantes. Desde entonces, las vacaciones de Bob trancurrieron casi permanentemente en su compañía: o bien estaba en el chalé de Tano Jaume, "casa Jaume" o en la playa con los primos.

En julio de 1935 nadie atisbaba la tragedia que solo un año más tarde se abatiría sobre Mallorca y España, al estallar la Guerra Civil, a causa del golpe de Estado de parte del Ejército, y mucho menos la hecatombe que solo cuatro años después se desencadenaría en Europa y el mundo. Bob era consciente de lo que acontecía en Alemania; al contrario que sus padres, veía en los nazis un peligro mortal para los judíos. En una cena en casa de Tano Jaume, a la que los padres de Bob, Albert y Sara asistieron, éstos minimizaron las amenazas nazis, Bob callaba, pero el sobrino de Tano recordaría mucho años después cómo se ensombreció su rostro y la angustia que por un instante se le dibujó en la mirada.

Bob, sus ojos profundamente azules, alta, estilizada, fue desde el primer día la atracción indiscutible del verano de 1935 en el Port de Pollença. Las otras chicas no sentían celos. Su simpatía lo imposibilitaba. Con un castellano más que aceptable (también dominaba el inglés), deshinibida, era una garantía de diversión. Las fotos captadas por la cámara de Andrés Jaume Rovira dejan constancia. Todavía no habían llegado los años en los que el nacionalcatolicismo que acompañaba a los militares sublevados impondría la estricta separación de hombres y mujeres en las playas, además del obligatorio uso del albornoz. En 1935 ninguno de los que disfrutaban del verano pensaba en tales majaderías.

Bob comenta a los primos Jaume, en el transcurso de una excursión a Formentor, que el antisemitismo que letalmente se está propagando por Alemania no va a ser pasajero, como firmemente creen sus padres. Les dice que no sabe si en 1936 podrá volver a Mallorca. Será la única vez en la que se la verá llorar. Aclara que en la Universidad, en Berlín, algunos de sus compañeros le anuncian medidas drásticas contra los judíos, entre otras la prohibición de estudiar, y les explica que en el curso que acaba de finalizar ya ha tenido serios problemas, pero que se lo ha ocultado a sus padres.

"Mis papás --aclara-- están seguros de que no ocurrirá nada irreparable, pero yo sí creo que pueden suceder cosas terribles". Los nazis son mala gente y pronto lo va a demostrar.

De vuelta, la cena en ´casa Jaume, como casi siempre, vuelve a ser alegre. Son más de una docena los chicas y chicos que se reúnen hasta bien avanzada la madrugada. Bob es noctámbula, tanto para estudiar como para divertirse. Al mediodía sabe que el mar le aguarda justo delante de la casa de Tano, su amable anfitrión, por quien llega a sentir un enorme afecto. Se lo dice al sobrino de éste declarando que haberlos conocido es lo mejor que le podía ocurrir.

La casa de Alejandro Jaume, grande y cómoda, a pocos metros del mar, es un lugar acogedor. Ninguno de sus moradores pudo sospechar que el verano de 1935 iba a ser el último completo en ser disfrutado, que en julio de 1936, concretamente el día 19, una pareja de la Guardia Civil detendrá a Tano Jaume, lo trasladará al castillo de Bellver y nunca más volverá al Port de Pollença. Tampoco nunca más los primos Jaume ni sus amigos volverán a saber nada de Bob. Jamás regresará a Mallorca. Su destino va a ser trágico, el mismo que el de seis millones de judíos europeos.

Concluye agosto de 1935. La familia Warburg (el apellido es el que algunas de las personas que los conocieron creen recordar) ha de regresar a Alemania. Bob disimula la tristeza que siente. No quiere que los últimos días sean amargos ni que su desazón sea percibida por sus amigos. En ´casa Jaume´ se celebra la cena de despedida. Los primos, a los que se suma otro primo, Antonio Alemany Jaume, además de Gregorio Llobera y varias chicas, le aseguran a Bob que en julio de 1936 la esperarán con impaciencia para reanudar la fuerte amistad que durante dos meses largos han forjado. Bob les garantiza que les escribirá. Apenas cuarenta y ocho horas antes de iniciar el regreso, se pone en marcha la últimas sesión de fotos. Son las que dejarán constancia de su estancia en Mallorca. Las que, casi ochenta años después, daran fé de que una muchacha alemana, judía, estudiante aventajada, muy guapa, amable y extrovertida, sin haber cruzado la frontera de los veinte años, conoció el verano mallorquín de 1935.

Tres años después, Tano Jaume ha sido fusilado en las tapias del cementerio de Palma junto al exalcalde de Palma, Emilio Darder y los empresarios Antonio Qués y Antonio Mateu. El fusilamiento ha sido presenciado por su sobrino Andrés, quien, acompañado de su padre y Luis Alemany, hombre de confianza de Juan March y abogado defensor de Tano, ha pasado la noche en vela a su lado. ´casa Jaume´ no volverá a ver a ninguno de sus habituales moradores. Los militares la confiscan y pasa a ser parte de la base de marina. Mucho años después será nuevamente un chalé, pero los herederos de Tano Jaume jamás recuperarán su propiedad.

Verano de 1945. La Segunda Guerra Mundial ha finalizado en Europa y está a punto de hacerlo en el Pacífico. Seis años antes concluye la Guerra Civil española. 1946, Andrés Jaume Rovira no se ha olvidado de Bob, tampoco su primo Andrés. Quieren saber cuál es su paradero, contactar con ella. Pero los sucesos de 1936, la confiscación de ´casa Jaume´, han hecho que perdieran la dirección de Bob. Solo saben que su domicilio estaba en Berlín, y no desconocen que la capital de Alemania está destruida en buena parte y ocupada por los rusos. A pesar de las dificultades no desesperan de que alguien les dé cuenta de su paradero.

Andrés Jaume Rovira utiliza los medios que pone a su disposición el Consulado de la Argentina, del que su padre había sido vicecónsul, e intenta indagar dónde puede estar Roberta Warburg y sus padres. El consulado lo pone en contacto con la Cruz Roja internacional, y ésta busca a través de los organismos que se cuidan de asistir a los millones de desplazados que la guerra ha dejado en tres cuartas partes del continente europeo. Las indagaciones son lentas, porque la falta de datos las hace extraordinariamente complejas, pero poco a poco se obtiene alguna información de carácter indirecto. Los primos consiguen averiguar que casi la totalidad de judíos de Berlín fueron enviados a campos de exterminio. Una fuente oficiosa de Cruz Roja le hace llegar a Andrés Jaume Rovira la información definitiva: no existe certeza, pero sí la altísima probabilidad de que toda la familia hubiera sido deportada a Auschwitz hacia finales de 1943 o principios de 1944. En el campo de exterminio no hay rastro de ellos. Se le dice a Andrés Jaume que en Auschwitz debieron ser gaseados nada más llegar el tren que los conducía al apaeadero situado a pocos metros de las cámaras de exterminio y los hornos crematorios.

Andrés Jaume desiste. La Cruz Roja le señala que, sin más datos, sin conocer la calle en la que vivía la familia, sus nombres y apellidos completos y otras informaciones complementarias es prácticamente imposible saber con exactitud lo que les había deparado la guerra, aunque le reiteran que el final más probable es el apuntado: muertos en las cámaras de gas. Bob contaba diecinueve años cuando entró en la vida de los veraneantes del Port de Pollença. No había cumplido los veintiocho al ser gaseada.

Muchos años después, al revelar Andrés Jaume las fotos hechas en 1935, Bob se volvió a hacer presente. Bob, chica judía asesinada en Auschwitz por los nazis, escribirá Andrés Jaume en el reverso de las fotos.