Una gestión demasiados años confusa, la devaluación de la profesionalidad y la escasa voluntad política de hacer las cosas con normalidad han propiciado que durante décadas pulularan por el cementerio de Manacor historias y recreaciones tétricas en las que la mezcla de servicio público y negocio rápido han estado en permanente agonía. La historia que se cuenta en esta página justifica y sobrepasa todas las especulaciones conocidas. Pone en situación de luto indignado a una ciudadanía que no merece los responsables municipales que ha soportado durante décadas. La muerte también tiene derecho a ser seria, digna y lo menos traumática posible en Manacor.
Imposible que nadie lo supiera. Regidores y alcaldes han preferido mirar a otro lado y mantener cerrado el candado que pone en peligro la salud pública y el respeto a las personas y al digno nombre de un municipio castigado por quienes deberían salvarle. El equipo de gobierno actual emprende ahora caminos de reparación y el PP se viste de inocente. El alcalde Oliver pide cautela y sensibilidad. Le daremos tiempo, pero la paz del muerto exige responsabilidades claras.
