El juego de España en la fase preliminar se mide por el minuto del partido en que es posible empezar a escribir este comentario sin riesgos. Contra Túnez se tardó más de lo previsto, pero Puerto Rico ha disparado cuando menos la alerta amarilla. Los americanos encabezaron el marcador hasta el minuto 16 y, cuando parecían doblegados en el tercer periodo, resurgieron al siguiente.

España vence, solo faltaría, pero no convence. El titular de Unamuno puede servir de promoción a la película de Amenábar. Resulta inverosímil que los portorriqueños dominen durante dos cuartos y medio, incluido el decisivo, al aguerrido conjunto de Scariolo.

El enfrentamiento ha decidido los dos primeros puestos del grupo, porque Puerto Rico será segundo así que derrote a Túnez. Los portorriqueños son los hermanos menores de Estados Unidos en todos los sentidos, y también en baloncesto. Compiten con su gigantesco vecino en descaro, explosión y creatividad. Por desgracia, también son caóticos, por lo que la mayoría de inventos no les funcionan.

Puerto Rico contagió a España su baloncesto de profesor chiflado. Al igual que sucediera contra Túnez, los españoles empiezan el encuentro sorprendidos por las dimensiones de la pista y la altura del aro. Les cuesta imponer la inercia de su superioridad. Por segunda vez consecutiva, la remontada de desventajas de hasta cuatro puntos solo llegó bajo la batuta de Colom. La excepcionalidad de Ricky le está envenenando, porque pretende que cada pase sea una jugada histórica.

Así en Túnez como en Puerto Rico, el humilde Colom resuelve el desequilibrio y es a continuación expulsado del paraíso para no volver a pisarlo. Ricky vive el trauma interior de que brilla sin contagiar su fulgor al equipo.

Por fortuna, Llull puede tirar acostado y Gasol se despojó del peso de los anillos. ¿En qué minuto del partido pudo escribirse con tranquilidad este comentario? En el 40. Todavía tiemblan los dedos sobre el teclado, aunque peor sería convencer sin vencer.