El 26 de febrero, Fernando Simón decía que no veía necesario que la población usase mascarillas. Aquel día, en España sólo había 11 infectados por el momento y el riesgo de transmisión local del Covid-19 había pasado de bajo a moderado. Ayer, el Ministro de Sanidad dejaba entrever que recomendará su uso a toda la población cuando ésta tenga que salir de casa, por ejemplo, a hacer la compra. Mes y medio en los que tanto comunidad científica como internacional no se han puesto de acuerdo sobre la efectividad de las mascarillas. De hecho, la OMS, a día de hoy, las recomienda sólo para los contagiados y el personal sanitario. Porque el virus no se contagia por el aire, sino por las gotas de saliva que lo transportan. En este sentido, ¿cualquier mascarilla como la casera frena realmente al virus? Estas gotas pueden quedar retenidas por dos o tres capas de tela, lo que no evita el contagio, pero sí se lo pone más difícil. Un sistema que podría ser eficaz para protegernos, pero sobre todo para proteger a los demás. Algunos apuntan a que el debate se debe, simplemente, a que no hay para todos. Y a la espera de lo que oficialmente diga el Ejecutivo, la realidad es que hacerse con una en España es difícil. Al final, parece que se ha impuesto el criterio asiático, partidario de que las lleve toda la población. A fin de cuentas, son los que mejor han contenido al virus. En Europa, solo Eslovaquia y República Checa las tipifican como obligatorias. Y en Estados Unidos, Donald Trump las recomienda aunque él –dice- no la va a llevar.