"Hace cien años, cuando una persona de Artà bajaba a Palma, lo comunicaba antes a todos sus familiares como si ese viaje fuera una aventura en el África ecuatorial. Hoy, cuando una persona de Palma va a meterse en la Vía de Cintura, antes se despide llorando de sus familiares y monta una fiesta de adiós, porque no sabe cuántos días tardará en salir del atasco perpetuo de dicha desdichada carretera".