Nada más entrar en la sala de recogida de equipajes, junto a las cintas transportadoras, una fila de pasajeros guarda la distancia de seguridad, todos con la mascarilla puesta, y espera pacientemente a que una trabajadora de Sanidad Exterior tome la temperatura uno a uno. “35,9º, 36,5º...”, va diciendo a medida que avanzan mientras su compañero les va repartiendo el cuestionario oficial de cribaje. “Está muy bien organizado. En el avión, la azafata nos ha explicado esta situación y en el aeropuerto de Sofia (Bulgaria) también nos han dado instrucciones. Todo muy correcto. Cuando llegamos aquí, nos toman la temperatura y nos dan el ok y un documento para rellenar”, resume Katerina Panayotova, una jubilada búlgara residente en Mallorca que ayer aterrizó en Son Sant Joan a las 12,20 horas en un vuelo con una docena de pasajeros.
Crisis del coronavirus: El Govern refuerza los controles en puetos y aeropuertos
B. Ramon
Nada más entrar en la sala de recogida de equipajes, junto a las cintas transportadoras, una fila de pasajeros guarda la distancia de seguridad, todos con la mascarilla puesta, y espera pacientemente a que una trabajadora de Sanidad Exterior tome la temperatura uno a uno. “35,9º, 36,5º...”, va diciendo a medida que avanzan mientras su compañero les va repartiendo el cuestionario oficial de cribaje. “Está muy bien organizado. En el avión, la azafata nos ha explicado esta situación y en el aeropuerto de Sofia (Bulgaria) también nos han dado instrucciones. Todo muy correcto. Cuando llegamos aquí, nos toman la temperatura y nos dan el ok y un documento para rellenar”, resume Katerina Panayotova, una jubilada búlgara residente en Mallorca que ayer aterrizó en Son Sant Joan a las 12,20 horas en un vuelo con una docena de pasajeros.
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B. Ramon
Nada más entrar en la sala de recogida de equipajes, junto a las cintas transportadoras, una fila de pasajeros guarda la distancia de seguridad, todos con la mascarilla puesta, y espera pacientemente a que una trabajadora de Sanidad Exterior tome la temperatura uno a uno. “35,9º, 36,5º...”, va diciendo a medida que avanzan mientras su compañero les va repartiendo el cuestionario oficial de cribaje. “Está muy bien organizado. En el avión, la azafata nos ha explicado esta situación y en el aeropuerto de Sofia (Bulgaria) también nos han dado instrucciones. Todo muy correcto. Cuando llegamos aquí, nos toman la temperatura y nos dan el ok y un documento para rellenar”, resume Katerina Panayotova, una jubilada búlgara residente en Mallorca que ayer aterrizó en Son Sant Joan a las 12,20 horas en un vuelo con una docena de pasajeros.
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B. Ramon
Nada más entrar en la sala de recogida de equipajes, junto a las cintas transportadoras, una fila de pasajeros guarda la distancia de seguridad, todos con la mascarilla puesta, y espera pacientemente a que una trabajadora de Sanidad Exterior tome la temperatura uno a uno. “35,9º, 36,5º...”, va diciendo a medida que avanzan mientras su compañero les va repartiendo el cuestionario oficial de cribaje. “Está muy bien organizado. En el avión, la azafata nos ha explicado esta situación y en el aeropuerto de Sofia (Bulgaria) también nos han dado instrucciones. Todo muy correcto. Cuando llegamos aquí, nos toman la temperatura y nos dan el ok y un documento para rellenar”, resume Katerina Panayotova, una jubilada búlgara residente en Mallorca que ayer aterrizó en Son Sant Joan a las 12,20 horas en un vuelo con una docena de pasajeros.
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Nada más entrar en la sala de recogida de equipajes, junto a las cintas transportadoras, una fila de pasajeros guarda la distancia de seguridad, todos con la mascarilla puesta, y espera pacientemente a que una trabajadora de Sanidad Exterior tome la temperatura uno a uno. “35,9º, 36,5º...”, va diciendo a medida que avanzan mientras su compañero les va repartiendo el cuestionario oficial de cribaje. “Está muy bien organizado. En el avión, la azafata nos ha explicado esta situación y en el aeropuerto de Sofia (Bulgaria) también nos han dado instrucciones. Todo muy correcto. Cuando llegamos aquí, nos toman la temperatura y nos dan el ok y un documento para rellenar”, resume Katerina Panayotova, una jubilada búlgara residente en Mallorca que ayer aterrizó en Son Sant Joan a las 12,20 horas en un vuelo con una docena de pasajeros.
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B. Ramon
Nada más entrar en la sala de recogida de equipajes, junto a las cintas transportadoras, una fila de pasajeros guarda la distancia de seguridad, todos con la mascarilla puesta, y espera pacientemente a que una trabajadora de Sanidad Exterior tome la temperatura uno a uno. “35,9º, 36,5º...”, va diciendo a medida que avanzan mientras su compañero les va repartiendo el cuestionario oficial de cribaje. “Está muy bien organizado. En el avión, la azafata nos ha explicado esta situación y en el aeropuerto de Sofia (Bulgaria) también nos han dado instrucciones. Todo muy correcto. Cuando llegamos aquí, nos toman la temperatura y nos dan el ok y un documento para rellenar”, resume Katerina Panayotova, una jubilada búlgara residente en Mallorca que ayer aterrizó en Son Sant Joan a las 12,20 horas en un vuelo con una docena de pasajeros.
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Caib
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Caib
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Caib
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Nada más entrar en la sala de recogida de equipajes, junto a las cintas transportadoras, una fila de pasajeros guarda la distancia de seguridad, todos con la mascarilla puesta, y espera pacientemente a que una trabajadora de Sanidad Exterior tome la temperatura uno a uno. “35,9º, 36,5º...”, va diciendo a medida que avanzan mientras su compañero les va repartiendo el cuestionario oficial de cribaje. “Está muy bien organizado. En el avión, la azafata nos ha explicado esta situación y en el aeropuerto de Sofia (Bulgaria) también nos han dado instrucciones. Todo muy correcto. Cuando llegamos aquí, nos toman la temperatura y nos dan el ok y un documento para rellenar”, resume Katerina Panayotova, una jubilada búlgara residente en Mallorca que ayer aterrizó en Son Sant Joan a las 12,20 horas en un vuelo con una docena de pasajeros.