Juanjo ya peina canas. De pequeño soñaba con una bici, como todos los miembros de esta generación de oro. Las dos ruedas eran el pasaporte a la libertad, la manera de encontrarse con los amigos y disfrutar de un buen rato. Después la moto tomó el relevo a la bici. Con el paso de las generaciones el teléfono inteligente y la conectividad de los videojuegos han tomado el relevo a la moto como la vía de estar en contacto con los amigos y jugar con ellos. Pero la moto continúa siendo un pasaporte igual de vigente a un mundo real, y no virtual, de diversión y de sensaciones. Para Juanjo (y aunque lleva casco no es el hijo de Consuelo, el personaje ficticio de la creadora de contenidos Esperansa Grasia), la moto forma parte de entender la vida. Y así es como se decidió a apuntar a Blanca y a Valentina, sus dos hijas, al Curso Especial para niños del Honda Instituto de Seguridad, donde otros muchos niños se han iniciado en el mundo de la moto, para que probaran aquello que tanto apasiona su padre.

Así es como llegaron Blanca, de 13 años, y Valentina, de nueve, a las instalaciones del HIS en Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona), dispuestas a descubrir un nuevo mundo y emular a papá en moto. El curso consta de una parte teórica y otra práctica. Porque tras la bienvenida del bueno de Iván, el coordinador del HIS, se realiza una breve clase donde se explican conceptos básicos sobre respeto por el entorno y fomento del civismo. Después llega lo bueno. Los cursillistas se equipan de pies a cabeza, equipamiento (casco, gafas, guantes, protección pecho, hombro y espalda, coderas, rodilleras y calzado) que cede el propio HIS y que es higienizado después de cada curso. A partir de aquí, los chicos y chicas pasan a la pista de asfalto donde se les adjudica una moto según su altura, desde CRF 50 a CRF 70, y el profesor les explica las nociones básicas de conducción. Ahí ya no se sabe si están más nerviosos los niños o sus padres.

Con la lección más o menos aprendida, los cursillistas empiezan a conducir siempre bajo la atenta mirada y supervisión de los profesores. Qué envidia, qué rápido absorben los conceptos y evolucionan sobre la moto. Ya están listos para pasar a la pista de tierra donde van a seguir practicando, primero tras el profesor y después con sus padres o acompañantes. Porque los mayores también participan al manillar de unas CRF100. La tierra es la mejor superficie para aprender. Alguna caída hay, no nos engañemos, pero sin consecuencias y sin ir más allá que el susto de los padres, porque a los niños se les pasa rápido. Y rápido ha pasado el curso, una mañana en la que habrán aprendido a ir en moto y también a respetar el entorno y conducir de una forma cívica, porque al final del curso cada uno tiene que lavar su moto con agua a presión.

Todo por 125 euros por alumno donde se incluye tanto la equipación y la moto del cursillista como de su acompañante. Aunque lo que no tiene precio es la sonrisa e ilusión con la que las niñas y los niños acaban el curso; como Blanca y Valentina no hay mejor manera de hacer cantera.