Es condición indispensable para afrontar los problemas que todas y todos aunemos los esfuerzos para acercarnos, con garantía de éxito, a su resolución. Pero, sobre todo, se necesita una estrategia que defina objetivos claros y que nos ayude, en la medida que sea posible, a anticiparnos a los diferentes escenarios.

El mayor problema que hemos encarado en el presente siglo ha sido la pandemia provocada por la covid-19, ya que ha puesto sobre la mesa todas las debilidades de nuestro modelo económico y de protección social.

Las diferentes mesas de diálogo han jugado un papel determinante en la primera fase de la pandemia, pues han contribuido a la cohesión social en un entorno de crispación y polarización política que no ayudaba al entendimiento. Además, y de manera muy significativa, ha sido clave el tener una estrategia con objetivos pactados muy claros: proteger a trabajadores y empresas. Porque mucho se ha hablado del acierto que ha sido adaptar los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) como una herramienta de protección de la ocupación; o que a los fijos discontinuos –una figura contractual muy específica de nuestras islas– se les hiciera el llamamiento para incluirlos en los ERTE; pero muy poco ha transcendido sobre que estas medidas formaban parte de una estrategia que, como he comentado, pretendía proteger en primer termino a las trabajadoras y trabajadores, así como a las empresas y, al mismo tiempo, recuperar actividad lo más rápido posible en los sectores que habían tenido que parar como consecuencia del confinamiento domiciliario al que hemos estado sometidos para controlar el nivel de infecciones. Igualmente, pactamos los corredores turísticos seguros o los aforos en el comercio y la restauración, y facilidades para sectores que habían estado activos, pero que podían verse arrastrados por la caída generalizada de actividad.

Desde el sindicato éramos conscientes que algunos de los objetivos no dependían exclusivamente del ámbito de actuación de la mesa de Diálogo Social Autonómica, por lo que se hacía necesario coordinarnos con las homólogas a nivel estatal; por ello, en esa estrategia figuraba el acercar nuestras especificidades al Gobierno de España y, a este fin, se adoptaron acciones como fueron las visitas de la Ministra de Trabajo o del Ministro de Seguridad Social, que fructificaron en una reunión de la mesa de Diálogo Social Estatal en Palma para iniciar la negociación de la prórroga de los ERTE, y que incluyó una prestación extraordinaria para los fijos discontinuos.

Por desgracia, no todas las acciones resultaron exitosas, pero la mayoría alcanzaron los objetivos fijados, pues estos formaban parte de una estrategia que pretendía responder a la problemática de urgencia a la que nos sometía la pandemia.

Ahora estamos en un momento clave. La temporada turística ha sido muy corta, y con resultados económicos desastrosos para las personas trabajadoras y para las empresas. El invierno será largo y muy duro, por lo que debemos reordenar las prioridades para el corto plazo, hasta marzo, y diseñar una estrategia para el medio y largo, donde deberemos redefinir nuestro modelo de crecimiento económico. Tenemos una oportunidad para ser más resilientes a las futuras crisis, como la climática, que aparecerán en escena en los próximos años. La mesa de Diálogo Social debe jugar, una vez más, un papel determinante en la definición de las estrategias. Poseemos todos los mimbres para hacerlo, muestra de ello es la aprobación, por unanimidad, del Dictamen de prospectiva 2030 del Consell Econòmic i Social de les Illes Balears, redactado en línea con los planes de reconstrucción y resiliencia de la Comisión Europea.