"La soledad no deseada ya no afecta solo a las personas mayores": Voluntarios del Hospital Sant Joan de Déu salen a la calle para "poner un paréntesis" a este "gran problema mundial"
Inmaculada Iglesias, directora de Solidaridad del centro hospitalario, señala que ya no es una cuestión exclusiva de la gente mayor y ha señalado la preocupación por el auge de la soledad en la juventud y su grave impacto en la salud mental

B. Ramon

Bajo un cielo encapotado que parecía reflejar la melancolía del tema a tratar, la Plaza del Centro de Salud del Coll d’en Rabassa se convertía este lunes en el epicentro de una pequeña revolución social. Con la simple promesa de una mesa, una silla y una taza caliente de café, el Hospital Sant Joan de Déu Palma-Inca ha desplegado su iniciativa ‘Café contra la Soledad’, un acto simbólico que, en el marco de la Semana contra la Soledad no Deseada, busca romper barreras y fomentar la conexión humana en la comunidad.
La mañana ha comenzado de manera tímida, como si el acto de sentarse con un desconocido requiriera un valor extra. Pero a pesar de que la lluvia ha irrumpido la actividad de lleno, la calidez de los voluntarios y el café han conseguido que entre cerca de medio centenar de personas se hayan detenido a charlar. La lluvia, lejos de vaciar el encuentro, ha parecido cimentar un espacio de intimidad, poniendo de relieve una necesidad palpable: la de hablar y, sobre todo, la de ser escuchados.
Un problema global con impacto físico y emocional
Inmaculada Iglesias, directora de Solidaridad del Hospital, ha sido clara al definir la magnitud del desafío. La soledad no deseada, ha dicho, ya no es una cuestión exclusiva de la gente mayor, sino un "gran problema mundial" que se ha extendido a toda la sociedad.
"Cada vez somos conscientes de que hay más personas que padecen este gran problema. Hoy en día, esto impacta a todo el mundo", ha explicado Iglesias, destacando la preocupación por el auge de la soledad en la juventud y su grave impacto en la salud mental.
La directora ha subrayado las consecuencias científicamente demostradas de este mal que ha calificado de "crónico". “El impacto de sufrir situaciones de soledad no deseada existe, a nivel físico, se sufren muchas dolencias, y a nivel de salud mental, depresión y otras problemáticas que hoy en día son realmente impactantes”.
Desde el hospital, la estrategia para combatirla es integral, manifiesta la responsable. Incluye programas de detección y movilización de voluntarios para acompañar a pacientes hospitalizados que están solos. Además, ha asegurado que actualmente se trabaja en el futuro desarrollo de un programa de acompañamiento social a domicilio.
Pero la solución, insiste, reside en un cambio de paradigma social. "Nos estamos convirtiendo en una sociedad muy individualista, con mucho consumo de redes sociales, que al final nos afecta. Toca volver a la comunidad, toca volver a mirarnos más a los ojos, y toca volver a confiar más en las personas", ha enfatizado. La jornada del café es una "manera tierna" de empezar: “Hablando de lo que nos pasa, intentamos conectar a personas, crear conexiones para favorecer vínculos que se puedan mantener en su tiempo”.
Iglesias también ha hecho mención del programa de sensibilización, Educación Sant Joan de Déu, que acude a escuelas para dar herramientas a los jóvenes para combatir el "estigma que tenemos de sentirnos todos solos".
Voluntarios
Entre los rostros de los voluntarios, destaca Juan José López, un comercial y autónomo jubilado que lleva dos años y medio de dedicación en el hospital. Para él, el voluntariado es una decisión personal profundamente reflexiva.
"Tomé una decisión ya cuando vi que podía seguir adelante con los ahorros y dejé de trabajar. Y entonces me vino al pensamiento agradecer de alguna manera lo bien que me había ido dando mi tiempo", ha relatado a este diario. Antes solo colaboraba con donaciones, pero nunca había ofrecido su tiempo, un tiempo que ahora dedica a acompañar a personas hospitalizadas.

El voluntario Juan José López, tras charlar con diferentes personas durante el 'Café contra la Soledad'. / B. Ramon
Hoy, en la plaza, el objetivo era "captar a personas que están solas" y ofrecerles un momento de conversación con un desconocido. Aunque solo han tenido una hora antes de que la lluvia se intensificara, el resultado ha sido sorprendente. “A lo mejor hablé con diez o quince personas o así, más o menos. Son bastantes”, ha explicado.
Reconoce que lo que más le ha impactado ha sido la inmediata disposición de la gente. “Yo creía que iban a ser reacios a la conversación y qué va. Te das cuenta de que son personas que, aunque estén viviendo con alguien, les gusta mucho hablar con desconocidos”. Explica que las charlas han sido sencillas, pero íntimas: “Uno de ellos me ha contado que se compró la casa hace treinta años por aquí, que han venido a trabajar desde la península... Para mí es como si fuera un tío que hace mucho que no veo. Yo me meto un poco en ese papel cuando hablo con alguien que no conozco de voluntario, como si fuera un familiar lejano”, describe con una sonrisa.
La sabiduría del silencio
Lola Godoy acumula quince años de servicio como voluntaria. Sabe de primera mano lo que es la soledad. "Yo me quedé viuda con 49 años, o sea que sé lo que es estar sola", confiesa, al explicar que esa experiencia es su motor y su base de empatía.
Lola comenzó visitando a pacientes en las habitaciones del centro hospitalario, y se especializó en el acompañamiento a personas con afasia, una condición que complica la comunicación verbal. "Su cabeza está bien, pero no puede hablar lo que él quiere... pero te entiende. Yo he estado jugando a Parchís con una afásica, pero no hablaba nada", relata, insistiendo en la necesidad de que la gente comprenda la problemática y la comprensión y empatía que hay que tener.
Más allá del acompañamiento directo, Lola señala que ha puesto su creatividad al servicio de la solidaridad. Es parte del coro del hospital y, antes de la pandemia, lideró la idea de que los regalos de los bingos de los sábados fueran pulseras hechas por ella misma, usando abalorios donados por sus amigas y vecinas. "Me hice con un material y empecé a hacer pulseras y era lo que regalábamos", una pequeña muestra de cómo el vínculo puede construirse a través de la actividad y la artesanía.

Cerca de medio centenar de personas han conversado este lunes con los voluntarios del hospital. / B. Ramon
Respecto a la jornada del café, Lola resume el sentido de la mañana en una palabra esencial: escuchar.
"Lo más importante es escuchar", reflexiona. Para Lola, el verdadero acompañamiento no requiere palabras constantes. “También los silencios son importantes y ese es el trabajo que estamos haciendo hoy, porque somos muchas las personas que estamos solas”. Su sabiduría se basa en la empatía, demostrando que en la lucha contra la soledad, el gesto más grande a veces es el de sentarse en silencio junto a alguien y sostenerle la mirada.
Una taza de café, una simple mesa, y la voluntad de un grupo de voluntarios y ciudadanos han demostrado que, incluso bajo la lluvia, la calidez de la conexión humana es imparable, y que la conversación más simple puede ser el antídoto más poderoso contra la soledad no deseada.
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