Especialistas de Son Llàtzer ponen el acento en la vigilancia genética de la amiloidosis, una carrera para ganar al tiempo
Médicos de la Unidad Multidisciplinar de Amiloidosis por Transtirretina del Hospital Universitario subrayan la importancia del diagnóstico temprano para tratar esta rara enfermedad endémica en Balears, donde la prevalencia es de uno de cada 2.900 habitantes en Mallorca y uno de cada 4.700 en Menorca

Adrián Rodríguez Juan González, Inés Losada y Eugenia Cisneros, especialistas de la Unidad Multidisciplinar de Amiloidosis por transtirretina del Hospital Son Llàtzer. / HUSLL

La amiloidosis hereditaria por transtirretina (ATTRh), o Enfermedad de Andrade, es una patología rara, sistémica y progresiva que se debe a la acumulación de una proteína anómala, el amiloide, en diversos órganos. Esta deposición anómala «afecta gravemente su función y genera serios problemas en la salud de los que la padecen», según explican la internista Inés Losada y la investigadora posdoctoral Eugenia Cisneros, coordinadoras en la Unidad Multidisciplinar de Amiloidosis por Transtirretina del Hospital Universitario Son Llàtzer.
Uno de los principales problemas de esta enfermedad es el diagnóstico tardío, un fenómeno que tiene consecuencias directas e importantes. Al ser una patología sistémica que «puede afectar a cualquier órgano», sus síntomas son variados y suelen confundirse con otras dolencias menos graves. Este retraso en el reconocimiento de la enfermedad tiene un coste significativo en la evolución del paciente. La doctora Losada advierte que «si empiezas el tratamiento más tarde, los beneficios son menores», incluso pudiendo llegar a limitar el acceso a terapias que «solo están aceptadas en determinados estadios».
Para acortar esta brecha, la clave es la sospecha clínica, por ello la doctora Losada insta a los profesionales a estar alerta ante la combinación de síntomas que, si bien sutiles, resultan decisivos. El paciente -explica la especialista-puede presentar polineuropatía (sensación de hormigueo en los pies o alteración de la sensibilidad al frío y al calor), problemas cardíacos graves, como haber necesitado un marcapasos, síntomas digestivos como diarrea o estreñimiento, además de mareos al levantarse o pérdida de peso. «Estos son síntomas de alarma que nos tienen que hacer pensar que puede haber algo más que simplemente una polineuropatía al uso», insiste. Para revertir la situación de enfermedad infradiagnosticada, la solución pasa por la formación y la difusión: «Solo se diagnostica aquello que conoces», subraya la internista. De hecho, tanto Losada como Cisneros señalan que «uno de cada seis pacientes visita más de cinco médicos antes de recibir un diagnóstico» si no tiene antecedentes familiares conocidos.
Foco de alta prevalencia
Balears, particularmente Mallorca y Menorca, son reconocidas como un foco endémico de ATTRh en España. Un reciente estudio, fruto de la colaboración con el Servicio de Genética, ha permitido elaborar un censo fiable de las islas, identificando a 425 individuos portadores de la mutación. Estos datos son cruciales: «Ahora ya sabemos cuál es la magnitud del problema», afirma la doctora Cisneros, poniendo el acento en la relevancia para la gestión sanitaria.
La prevalencia en la región es destacable: uno de cada 2.900 habitantes en Mallorca y uno de cada 4.700 en Menorca. Ante esta alta incidencia, las especialistas de Son Llàtzer resaltan la necesidad de organizar los recursos y extender el modelo de la Unidad Multidisciplinar del hospital con el objetivo de dar soporte a todas las islas con alta incidencia y poder así «establecer circuitos de colaboración entre los diferentes hospitales».
El carácter endémico de Balears ofrece una ventaja estratégica, y es que, una vez que se identifica a un portador o paciente, se puede ofrecer el test genético a los familiares de primer grado a partir de los 18 años. En este contexto, el seguimiento es vital, no solo para los pacientes sintomáticos, sino también de los portadores, ya que «la penetrancia de la enfermedad es elevada. A los 90 años, un 75% de los portadores manifestaban la enfermedad», subrayan las expertas.
La penetrancia de la enfermedad es elevada. A los 90 años, un 75% de los portadores manifestaban la enfermedad
El test genético no siempre es fácil de abordar debido al «cierto rechazo a realizarse la prueba» por miedo. Sobre ello, Losada reconoce que «antiguamente sí que era una enfermedad bastante tabú», pero asegura que «cada vez ocurre menos». La forma de superar esta barrera es -apunta- a través del consejo genético, donde se explican a fondo los beneficios del estudio. «Tenemos muy poquitos familiares que no quieran hacerse el estudio genético hoy en día», indica.
En cuanto al diagnóstico, la internista aclara que la clave es la sospecha clínica y el estudio genético. Aunque existe la posibilidad de realizar una biopsia (de la grasa, del recto o del corazón), aclara que no es esencial ya que -reconoce- «que salga negativo no te descarta la enfermedad», pues -añade- «el depósito de amiloide es parcheado».
Edición génica
El panorama terapéutico ha experimentado un cambio radical desde 2011, año en que se aprobó el primer tratamiento por vía oral, explica la investigadora posdoctoral. La investigación -manifiesta-se ha centrado en frenar la cascada de la enfermedad a distintos niveles. «Hoy se cuenta con estabilizadores que impiden la desestabilización inicial de la proteína, y silenciadores que buscan frenar la producción de la proteína patogénica», aborda.
En el horizonte de la investigación más prometedora, la doctora Cisneros destaca dos mecanismos «más disruptivos», que son la eliminación del depósito de amiloide con anticuerpos monoclonales y, de manera incipiente, la edición génica. Los resultados de las terapias actuales son muy positivos, aunque no consiguen revertir el daño ya producido. «A día de hoy, todavía no logramos quitar el depósito de la proteína que ya se ha producido», lamenta la especialista. Eso sí, «los tratamientos son bastante eficaces y logran el objetivo principal, frenar la enfermedad», se muestra optimista Losada. La coordinadora de la Unidad de Son Llàtzer concluye con un mensaje de esperanza al apuntar que «ahora mismo tenemos muchos pacientes estabilizados».
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