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Mallorca se construye sola, sin obreros

Matías Vallés

Matías Vallés

La mayoría de lectores no podrán comprar las nuevas casas mallorquinas abordadas en este artículo, escrito en un idioma que no entienden los únicos compradores posibles. Mallorca se felicita colectivamente de haberse vuelto inhabitable. Y al igual que la industria turística balear funciona con el menor contingente laboral de toda España, la multiplicación de los cocineros y camareros se repite con los albañiles. No existe correlación entre el número máximo de obras y mínimo de trabajadores.

En la construcción sin, las casas se alzan por generación espontánea, un nuevo milagro económico mallorquín. Salvo que exista un truco a indagar. Por ejemplo, en un establecimiento emblemático de las proximidades de la carretera de Manacor se concentran pasadas las diez de la mañana una treintena de inmigrantes, probablemente irregulares. Aguardan a ser recogidos por empresarios sin un exceso de escrúpulos, que desde luego no pertenecen a ninguno de los sectores aquí analizados. La estampa recuerda a los temporeros embarcados en camiones, en tiempos que se pensaba extintos.

Mallorca se construye sola, sin obreros. Este prodigio explica también que no exista ni un solo manifiesto de las patronales contra la inmigración, pese a que forzosamente tiene que haber hoteleros y constructores a favor de las vallas con burka de Vox. La contención salarial viene reforzada por la facilidad de acceso a una mano de obra más barata de lo habitual.

«La sobrepoblación de Baleares» fue el único comentario de Pedro Sánchez a Pepa Bueno sobre el archipiélago. «No tenemos agua», proclama explícito el Govern. Bajo estas coordenadas, la nueva ola de construcción desaforada sin participación humana solo acelera la carrera hacia el suicidio. Ciudadanos extranjeros se apoderarán de las nuevas viviendas, con lo cual están robando literalmente las casas a los ciudadanos que han pagado a impuestos la inalcanzable cotización actual de la isla. No todos pueden migrar al Cantábrico, el mar impide una Guadalajara donde desahogarse. El sueño de Prohens con mallorquines habitando caravanas eléctricas se está haciendo realidad.

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