Le Senne, «un pilar» como las cariátides

Gabriel Le Senne.

Gabriel Le Senne. / B.RAMON

Matías Vallés

Matías Vallés

La farsa ha llegado demasiado lejos. En algún momento habrá que dejar de bromear sobre el acto de violencia institucional protagonizado por el presidente del Parlament contra mujeres vivas y muertas. Sin embargo, el PP insiste en la vertiente cómica del suceso. El último chiste, de labios del impagable Sebastià Sagreras, fundamenta la salvaguarda del primer titular de la cámara procesado en «no tocar los propios pilares de la democracia».

Si los destrozos, ultrajes y expulsiones de Gabriel Le Senne caracterizan a «pilares de la democracia», entonces esa definición ampara a Santos Cerdán. Por tanto, solo queda consignar que el PP sigue instalado en la chirigota, y que el presidente por lo penal del Parlament es «un pilar» en el mismo sentido que las cariátides que tiene enfrente en el Parlament. A las que también desalojaría de la cámara, por incitar al escándalo con sus vestimentas impúdicas.

Le Senne predica a propios y extraños que «estoy viviendo un calvario insoportable», y que solo permanece en el cargo en cumplimiento estricto de las órdenes de su partido madrileño. «Si por mí fuera, ya lo habría dejado». Conviene reflexionar ante la evidencia de que un delirio franquista y machista se transforma en un aval electoral. Pobre democracia, si la imitación de Charlot en El gran dictador se reinterpreta como uno de sus pilares.

El brechtiano «qué tiempos, en que hay que defender lo obvio» obliga a recordar que en contra del constructor Sagreras, la calidad de presidente del Parlament es incompatible con sentarse en el banquillo, aunque los horarios puedan ser compatibles. El PP sigue sin ofrecer ni una señal de vida política diferenciada, y su sumisión a Vox solo favorece a la ultraderecha. Al igual que ya se observa en los sondeos de las generales, crece el peso y la factura que los neofranquistas harán pagar a los conservadores convencionales. El objetivo de Marga Prohens ante la colección de frikis de Vox consistía en erradicarlos al igual que en Galicia. Sin embargo, y como bien dice Manuela Cañadas, su pelotón de mediocres se las basta para humillar al Govern.

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