De trabajar en un spa a montar placas solares: "Con 50 años, siendo mujer y sin conocimientos previos... me planteé si era una locura"
Gracias a su actitud decidida y a un certificado profesional cursado en el CIFP Pere de Son Gall , Cristina Peralta ha saltado del sector turístico (ofreciendo servicios estéticos en un hotel) a la economía verde: hoy tiene un contrato de aprendiz de electricista y quiere ser referente para otras mujeres

Cristina Peralta, en el proceso de instalación de unas placas solares / CIFP PERE DE SON GALL

Del sector turístico a la economía verde. De un trabajo feminizado a un oficio tradicionalmente masculino. Y todo, con los 50 años ya cumplidos. Cristina Peralta es la reinvención personificada y un ejemplo de cómo la Formación Profesional abre caminos inesperados a perfiles a veces inesperados.
Cristina no imaginaba que su futuro estaría marcado por el sonido de una radial o por el olor a material recién soldado. Hasta hace poco, su día a día transcurría entre aceites esenciales y los tratamientos faciales y masajes que hacía en el spa de un hotel. Hoy, su rutina pasa por instalaciones eléctricas, módulos fotovoltaicos y trabajo técnico de precisión.
Su cambio de rumbo vital tiene un punto de inflexión claro: el certificado profesional en Montaje y Mantenimiento de Instalaciones Solares Fotovoltaicas impartido en el CIFP Pere de Son Gall, en Llucmajor.
«Cuando terminé la temporada en el hotel, buscaba algo que me distrajera, especialmente ese invierno que fue muy duro tras el fallecimiento de mi hermana», cuenta Cristina. «Tenía un terreno sin luz y ya había visto tutoriales para instalar paneles solares por mi cuenta. Cuando encontré este curso, supe que me ayudaría no solo a distraerme, sino también a hacer mi propia instalación».
De formación sanitaria (fue higienista dental y técnica de enfermería), Cristina pasó años trabajando en el sector turístico. Su decisión de cambiar de vida no fue un momento revelador, sino una evolución natural: “Primero fue curiosidad, luego entretenimiento, pero cuando empecé el primer módulo, me fascinó”, recuerda.
Aunque le atrajo la posibilidad de generar energía gratuita con “una plancha que no sabía ni de qué estaba hecha”, pronto entendió que su interés iba más allá: aprender sobre baterías, cableado, cómo perforar una teja ... “Cuando corté con la radial por primera vez, sentí que ya podía hacer mi instalación, fue un momento increíble”, dice, rememorando lo que podría ser la ilustración precisa del empoderamiento.
Su historia no es solo es de reinvención profesional, también es de desafío a los estereotipos de género. La instalación de sistemas solares sigue siendo un sector ampliamente masculinizado. Cristina lo sabía: “Antes de empezar sentía que estaba haciendo una locura. ¿Dónde iba yo, con mi edad, sin conocimientos previos y siendo mujer?”.
Pese a esas dudas se lanzó:“Desde el primer momento me sentí igual que mis compañeros. Nunca me hicieron sentir que no encajaba”. De hecho, en el CIFP Pere de Son Gall encontró un entorno motivador, explica, con docentes que la inspiraron y un trato profesional que la hizo sentir valorada. “Recuerdo el día que fui a inscribirme y la chica me dijo ‘me alegra que venga una mujer’», recuerda. El sentimiento fue agridulce: «Me alegró y me dio pena: ojalá fuéramos más”.
"¿Administrativa?" ¡No, aprendiz de electricista!"
Hizo las prácticas en la empresa Antofila, en Campos, y al acabar le ofrecieron un contrato y así lo que empezó casi «como un pasatiempo» se ha convertido en su profesión. Recuerda que cuando fueron a la gestoría la chica que les atendió le pidió los datos y preguntó si el contrato era para administrativa y su jefe saltó: «¡No, de aprendiz de electricista!». Cristina confía en que pronto dejen de dar por hecho que una mujer que trabaja en una obra o en una empresa de instalaciones «sólo puede ser administrativa o limpiadora».
Quiere ser un referente para otras mujeres que duden. Ella siempre ha vivido siguiendo la filosofía del ‘déjate llevar, lánzate’. Y su mensaje para otras mujeres es claro: “¿Por qué no dar el paso? Es un trabajo que podemos hacer perfectamente. Hace falta gente como nosotras, nuestras manos más pequeñas son útiles y necesarias para algunas tareas», detalla, «y la destreza no tiene sexo”.
«Estoy aprendiendo desde abajo, con ganas, con ilusión, y quién sabe si algún día llegaré a liderar un equipo. Otro sueño por cumplir”.
Dejar atrás un puesto en el sector turístico, a los 50 años, para empezar de cero en un oficio ‘de hombres’ requiere valentía, visión, actitud, ganas de avanzar y esperanza, la que Cristina transmite cuando habla de cables, placas y sueños con la misma soltura con la que antes hablaba de aceites esenciales.
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