Aparece un dragón azul en aguas de Mallorca después de 300 años desde el último avistamiento
El peculiar ejemplar se suele encontrar en el Atlántico, pero una bióloga marina lo encontró durante una navegación por la costa de la Serra de Tramuntana

S. Hanquet
Un sorprendente hallazgo marino ha tenido lugar recientemente en el noreste de Mallorca. La bióloga marina Gádor Muntaner ha logrado documentar la presencia de un ejemplar de dragón azul (Glaucus atlanticus), una especie extremadamente rara en el Mediterráneo y que no se avistaba en aguas baleares desde el siglo XVIII. Este curioso animal marino, más parecido a una criatura de fantasía que a un organismo real, pertenece a la familia de los nudibranquios, también conocidos como babosas marinas. Su cuerpo presenta tonalidades azuladas intensas, con apéndices en forma de zarcillos que se extienden como si fueran alas, lo que le da ese nombre tan evocador.
Aunque es más habitual encontrarlo en regiones del Atlántico, como las Islas Canarias, su presencia en el Mediterráneo es muy poco común. De ahí la importancia del descubrimiento realizado por Muntaner, quien lo localizó durante una navegación por la costa de la Serra de Tramuntana. Según relató, el avistamiento coincidió con la presencia de delfines junto a la embarcación, y no pudo evitar gritar de la emoción al reconocer al animal flotando en el agua.
De acuerdo con National Geographic España, este tipo de nudibranquios suele prosperar en aguas cálidas y tropicales, y se ha registrado su expansión en los últimos años hacia zonas tan alejadas como las costas australianas o incluso Sudáfrica. En uno de los casos más sorprendentes, ejemplares encontrados allí habrían recorrido más de 14.000 kilómetros, arrastrados por las corrientes desde el golfo de Texas.
¿Es venenoso para las personas?
Además de su extraordinaria apariencia, el dragón azul esconde un mecanismo de defensa muy peculiar. Al carecer de concha, su estrategia para evitar ser devorado por depredadores es acumular toxinas. Lo curioso es que no las produce él mismo: las obtiene de los animales venenosos que consume, como la peligrosa carabela portuguesa. Es capaz de almacenar las células urticantes de sus presas y concentrar su veneno, haciéndolo incluso más potente.
Aunque su picadura no representa un riesgo mortal para las personas, sí puede causar dolores intensos, vómitos e irritaciones cutáneas. Por ello, los expertos aconsejan admirarlo sin tocarlo, como hizo Muntaner, quien optó por documentar el encuentro con fotografías, recordándonos la riqueza y fragilidad de nuestros ecosistemas marinos.
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