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El Govern paga las camas elevables de los hoteles de lujo mallorquines
Prohens dijo que «es la mayor tontería en política turística de los últimos años», así que sigue subvencionando a millonarios

Aeropuerto de Son Sant Joan, agosto de 2016, el Boeing 740-800 de la familia real de Qatar que ahora se está reconvirtiendo en el ‘Air Force One’ de Trump había traído a Mallorca a los veraneantes más rentables de la isla. / M. C.
Es el mundo al revés, porque los indígenas mallorquines no solo sufren las consecuencias del turismo, la actividad más contaminante y destructiva del planeta. Además, abonan literalmente las camas de los hoteles, el material mueble que explotan los negociantes multimillonarios del sector. Marga Prohens sentenció en 2022 que subvencionar los artilugios elevables de los magnates «es la mayor tontería en política turística de los últimos años», así que sigue publicando desde el Govern una «Nueva convocatoria de subvención para la compra de los mecanismos de elevación de camas», dotada con millones de euros de sus ciudadanos. Y presentada con otro bofetón a los aborígenes, «Invertimos en turismo».
Como lo oyen, el Govern sufraga las camas elevables de los hoteles de lujo mallorquines. Todo ello pese a que, con lo que pagan al mes de hipoteca, los aborígenes no podrían dormir ni una noche en los establecimientos citados. La última relación de agraciados por Vox/PP con miles, decenas de miles o centenares de miles de euros incluye a numerosos establecimientos de cinco estrellas, y a una multitud de cuatro. Los «importes de las ayudas», porque el sarcasmo se extiende hasta la denominación, se publicaron en el Boletín Oficial del 17 de abril, Jueves Santo. Seguro que fue una casualidad.
Entre los hoteles de cinco estrellas con camas elevables públicas figuran el Jumeirah, Hipocampo Palace, Ca sa Galesa, Carrossa, Vista Port Adriano, Llaut, y así sucesivamente. A menudo, una cadena ‘eleva’ más dinero que un establecimiento aislado, véase la subvención acumulada de 150 mil euros a los Zafiro. Y frente a la voracidad existente en un listado de 420 establecimientos, hay gigantes que prefieren mantenerse al margen. No he visto mucho Meliá, Riu ni Barceló. Y conste que aquí no hablamos de promoción genérica de la actividad, sino de pagar directamente el mobiliario a negocios que rentan millones al año. Otra «tontería» de la felizmente olvidada Francina Mascarillas Armengol que ha abrazado entusiasta su sucesora.
Es curioso que ninguno entre el medio millar de establecimientos se quede sin ayuda, por modesta que sea, y con la única exigencia del compromiso abstracto de comprar las camas en un plazo dilatado. La proverbial buena fe de los hoteleros. En justa contraprestación a la generosidad con los empresarios del sector, imaginen la sorpresa de los nativos o vecinos que acuden al hotel Formentor, cuando se les exigen cincuenta euros para franquearles el acceso al complejo antes de que lleven a cabo ninguna consumición. Es importante que ni el mínimo gesto de amabilidad establezca una simpatía entre explotadores y víctimas.
En la imagen que hoy nos ilustra, se aprecia la otra cara del turismo mallorquín, una visión elitista sacrificada para desarrollar la ganadería intensiva. La foto está captada en el aeropuerto de Son Sant Joan, en agosto de 2016. Muestra el Boeing 747-800, el avión más largo del mundo y que ya no se fabrica, propiedad de la familia real de Qatar. En efecto, es el mismo aparato que ahora se está reconvirtiendo en el ‘Air Force One’ del presidente Trump en la localidad texana de San Antonio. Durante más de una década, el palacio aéreo ha traído a Mallorca a los Al Thani, los veraneantes más rentables de la isla con una inversión estival en torno a los diez millones de euros. Se alojan en hoteles como Mardavall y Jumeirah, el mismo que pidió una subvención de 92 mil euros en camas elevables para obtener finalmente 37 mil.
El emir de Qatar equivale a ocho mil turistas medios. Así de desenfocada ha resultado la explotación turística de Mallorca. En la cola del avión real se observa el escudo de Qatar, con los dos alfanjes cruzados que acunan al dhow, la embarcación típica de los pescadores del Golfo que navega hacia una isla con dos palmeras. Esperemos que Porreres no reclame la propiedad intelectual del palmeral, que también le copió Meghan Markle.
Como ven, Palma no necesitaba malvender el castillo de Bellver al hombre más rico del mundo, Bernard Arnault de Louis Vuitton. Le asiste la razón a Javier Bonet en que el PSOE aventaja al actual ayuntamiento en la prostitución de la fortaleza gótica, pero yerra al escudarse en que es más rentable entregarse a LVMH que a los visitantes. Ese argumento justificaría vender Bellver, la Lonja y la Catedral, lo único que nos queda.
Sebastià Taltavull pronunció un discurso memorable el pasado jueves, en la inauguración de la muestra de arte sacro feminista. Su intervención estuvo pletórica de menciones al Papa. A Francisco, sin una sola alusión al León XIV que se dispone a destituir al obispo. El único homenaje al Pontífice estadounidense fue la Coca-Cola degustada por el prelado menorquín, que se pasó la covid recorriendo kilómetros en los salones inmensos de su palacio para aliviar la desesperación del encierro.
Reflexión dominical audiovisual: «La mirada displicente de los suecoalemanes que te cruzas en tu camino mallorquín no se debe a la gelidez de su carácter, sino a que les molesta que ocupes sus calles y plazas».
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