Tres mallorquinas cuentan su renuncia a la maternidad, un tabú lleno de presiones y silencios
Cati Servera, Camila Galindo y Celeste Rodríguez son algunas de las protagonistas del proyecto de Llucia Bauçà ‘No mares’, una exposición que cuestiona la obligatoriedad de ser madre y abre un diálogo necesario sobre la libertad de elegir y la legitimidad de todas las opciones de vida para las mujeres

Cati Servera, Camila Galindo y Celeste Rodríguez, este viernes en la plaza de la Drassana. / Guillem Bosch

La presión social y personal por ser madre es una realidad palpable para muchas mujeres. Pero, ¿qué sucede con aquellas que eligen otro camino o la vida las lleva por senderos diferentes? El proyecto No mares, una muestra expuesta en Sa Fàbrica, en Esporles, hasta el día 12 de mayo, ilumina estas silenciadas historias a través de diez testimonios de mujeres que han renunciado a la maternidad, exponiendo un tabú que a menudo conlleva incomprensión y sufrimiento.
Precisamente este sentimiento fue lo que condujo a Llucia Bauçà, trabajadora social de profesión, a buscar referentes, «discursos de mujeres que no tuvieran hijos y que explicaran su vida sin ellos, porque era algo que no me había planteado nunca, el no poder tenerlos», se sincera la autora de esta atrevida y exitosa exposición, que llenó hasta arriba Sa Fàbrica el día de su inauguración, el pasado 2 de mayo.

Manu Mielniezuk
Durante cuatro angustiosos años, Bauçà y su pareja intentaron ser padres, pero tras numerosos intentos decidieron no continuar. «Es una infertilidad no diagnosticada, porque no me supieron decir por qué no podíamos serlo, pero en ese tiempo sufrí dos abortos, duros tratamientos de fertilidad y estuve dedicada exclusivamente a intentar quedarme embarazada», explica con pesar. Es por ello que cuando tras la última transferencia le comunicaron que el resultado era negativo, decidió poner punto y final a la búsqueda de la maternidad. «Esa vez, cuando me dijeron que no estaba embarazada, lloré, me sentí triste, pero a la vez dije, ‘vale, ok, se acabó’, y fue una liberación», recuerda.
En ese momento se abrió para Llucia un nuevo horizonte. «Debía construir un nuevo proyecto vital, porque tuve que cambiar incluso mi proyección de futuro, el cómo me veía de vieja, ya que de repente me angustió pensar que nadie me podría cuidar» -especifica Llucia. Por todo ello, sintió la necesidad de encontrar a mujeres que hubiesen renunciado a la maternidad, por uno u otro motivo, para saber qué hacer y cómo afrontarlo. Explica que le costó mucho dar con ese perfil, pero que en redes sociales como Instagram lo consiguió, que gracias a ello hoy en día forma parte de un grupo online de ayuda mutua en el que participan mujeres de toda España, y que fue a partir de ahí cuando le asaltó la necesidad «de hacer algo con todo aquello que me había pasado y me estaba pasando».
Esa vez, cuando me dijeron que no estaba embarazada, lloré, me sentí triste, pero a la vez dije, ‘vale, ok, se acabó’, y fue una liberación
Y así fue como surgió la muestra que Llucia Bauçà ha acabado llevando a cabo y que nació del simple hecho de compartir experiencias. Con ella, da voz a diez mujeres de entre 26 y 87 años que no han tenido hijos, y refleja las consecuencias sociales y emocionales de esta realidad. La inauguración de la exposición estuvo acompañada de un vídeo con momentos de las entrevistas realizadas a las protagonistas y un posterior coloquio que muchos asistentes tuvieron que disfrutar de pie dada la cantidad de público que asistió al evento.

Sa Fàbrica, en Esporles, repleta de gente el día de la inauguración de la exposición. / DM
Las protagonistas
Entre las diez mujeres que se abrieron a Llucia, se encuentran Cati Servera, Camila Galindo y Celeste Rodríguez, quienes también han depositado su confianza en este diario para explicar su decisión. Su caso es algo distinto, ya que han tenido claro toda la vida («a veces con altibajos por esa presión social existente» -reconoce Celeste-) que la maternidad no iba con ellas, pero han tenido en algún momento que pararse, pensar, llegar a una conclusión final y «preparar los argumentos adecuados que ofrecer a la sociedad». Así se expresa Camila al relatar que aunque desde pequeña tuvo claro que no quería ser madre, tuvo que sentarse un día a pensar muy bien qué decirle a la gente.
«Recibes inputs desde niña para ser madre. Te dicen: ‘cuando lo seas, sabrás lo que se siente’, y te lo dicen en un momento en el que no sabes ni qué es la reproducción», critica Celeste, del mismo modo que Cati, quien pone énfasis al decir: «Pero si hasta tu madre te dice ‘hija, ¿tú para cuándo?’». La autora de la exposición también tiene claro que el principal problema radica en que «lo hemos mamado desde pequeñas. Te dan un muñeco para cuidar, ves que las mujeres lo que hacen es eso, entonces tú reproduces estos comportamientos, porque parece que es en esa dirección en la que debes ir».
Esta imposición social -subrayan- deriva, además, en una presión propia que puede llegar a ser incluso peor que la ajena y que lleva a que la no maternidad se convierta en un tabú entre las mismas mujeres. «Cuando decidí contar en el trabajo que estaba de baja porque había sufrido un aborto, de repente compañeras y amigas empezaron a decirme que a ellas también les había sucedido, y aluciné», cuenta Llucia. En la misma línea se expresa Camila al asegurar que de repente se enteró de que la mayoría de sus amigas habían abortado alguna vez «y nunca me lo habían contado».
Aunque ninguna de ellas sabe a ciencia cierta por qué esa forma de actuar, al reflexionarlo en profundidad llegan a la conclusión de que muchas prefieren mantenerlo en secreto porque sienten vergüenza y culpa. «Creo que es una situación que te hace sentir culpable por no poder evitar en cierto modo que el mundo se extinga y la vergüenza de no ser capaz de hacer algo que es natural, que hacen todas las mujeres», sostiene Llucia. «La gente te presiona desde joven con la maternidad, te dice que si no te pones pronto a lo mejor en un futuro no puedes», «te meten miedo», «cuestionan tu criterio y al final viene la culpa», lamentan Camila, Celeste y Cati.
Ser madre supone perder tu identidad, dejar de ser mujer para ser solo madre, y no me interesa
De su abierta conversación se extrae -aunque en muchas ocasiones ni siquiera ellas sean conscientes-que amigos, familia y, al final el entorno más directo, (además del indirecto) juzga constantemente a las mujeres. «Hagas lo que hagas, seas madre o no lo seas, te sientes cuestionada. Cuando no lo eres, por lo que ya hemos hablado, y cuando lo eres, te preguntan ‘¿para cuándo el segundo?’. Si tienes tres hijos, te dicen ‘uy, cuántos, ¿no?’», reproduce la autora de No mares.
Juzgadas
Cuando preguntamos a sus entrevistadas si ellas se sienten juzgadas, en principio dicen rápidamente que no, pero al ir escarbando subyacen recuerdos que reflejan lo contrario. «Cuando era adolescente tuve mi primer novio. Era muy tradicional, y aunque yo sabía que no quería hijos, incluso pensé en tenerlos con tal de no perderle, porque él daba por hecho que tarde o temprano cambiaría de opinión», recuerda Camila, a la vez que Cati rememora cómo algunos hombres han juzgado su decisión. Aunque eso sí, las tres tienen claro que apenas son conscientes de ello porque se rodean «de la familia que una elige, y ellos nunca te cuestionan».
El éxito de la exposición de Llucia Bauçà pone sobre la mesa la importancia de sacar a la luz la no maternidad, un hecho que como se ha visto a través de esta experiencia, puede ayudar a las mujeres «a ver que no están solas», «a conocer otras realidades» y a, en definitiva, comprender que «la no maternidad nos incluye a todas, seamos madres o no, por el simple hecho de ser mujeres», concluyen las protagonistas de un proyecto que -auguran- «va a tener mucho recorrido».
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