Mahécor Mbengue, escritor, profesor y migrante llegado en patera: «Quien sale de su país para migrar, tiene que tener un proyecto»
(Dakar, 1962) Tras cinco intentos, su viaje en patera hacia Tenerife en 2006 fue el inicio de una historia de resiliencia. La integración a través del catalán y su compromiso social definen su vida hoy en Mallorca, donde su «nueva familia» de Pòrtol le echó una mano para escribir ‘¿Occidente como meta? De Senegal a Mallorca’, presentado este viernes en Manacor

Mahécor Mbengue, este viernes en la Torre del Pau, en Manacor. / Sebastià Sansó
En su libro, relata su experiencia en patera para llegar a España. ¿Hace cuántos años vino? ¿Qué ruta hizo?
Salí de Senegal en el año 2002. Tenía un primo que vivía en Las Palmas, contactó con el capitán de un barco español que quería volver a Canarias porque no le habían aprobado la licencia para pescar en Mauritania, y quería aprovechar el viaje para llevar a gente. Fui al norte de Mauritania y allí me quedé cuatro años, porque no llegué a un acuerdo con el capitán. Y hasta 2006 no llegué a España después de cuatro intentos más.
¿Cuatro intentos más? ¿Qué sucedió?
Era director de una escuela privada en Mauritania, y conocí a un profesor que me puso en contacto con un conocido que llevaba a gente en patera. Le pagué 300 euros, pero el día de la salida adelantaron la hora, no me enteré y me dejaron en la playa. Después de eso, la escuela donde estaba cerró por un golpe de Estado, y conocí a un senegalés que me ofreció la posibilidad de viajar gratis con sus pateras, pero puso dos motores de segunda mano a una embarcación con 200 personas y tuvimos que volver al cabo de cuatro horas de navegación. El cuarto intento fue también con este señor, pero una vez en alta mar, nos arrestaron los militares y nos expulsaron a Senegal. Semanas después, lo volví a intentar con esta misma persona y por fin llegamos a Tenerife tras cinco días de travesía.
¿Qué le llevó a correr todos esos riesgos para viajar a España?
Siempre he pensado que no tuve la oportunidad en Senegal de seguir mis estudios y que viajar me podría beneficiar a nivel profesional e intelectual, además pensé que me permitiría ayudar a mi familia y mis amigos. Cuando murió mi padre, no pude terminar mis estudios de Historia Contemporánea. Estudié hasta la licenciatura, pero me quedé ahí porque no tenía medios para poder seguir, y empecé a trabajar como profesor de literatura francesa. Entonces pensé que entrando en Europa podría conseguir formarme, tener buena calidad de vida y conocer a gente, porque también tenía un proyecto migratorio. De hecho, una vez aquí, creé con unos amigos una ONG y hemos conseguido cosas en Senegal.
Una vez aquí, ¿se preguntó en algún momento «y ahora qué»?
Yo sabía lo que quería conseguir, pero cuando cogí la patera, lo único que sabía era que iría a España, pero no a qué lugar del país.
¿Cómo acabó en Mallorca?
El hermano de mi mujer tenía un amigo senegalés que vivía aquí. Cruz Roja contactó con esta persona y él aceptó acogerme. La gente pinta Europa como El Dorado, es el problema crucial de la migración, pero yo cuando llegué vi que eso no era así. Nada más llegar a la isla, quien me acogió me dio 50 euros para que comprara género para dedicarme a la venta ambulante y poder subsistir, pero yo tenía claro que no había venido a Mallorca para eso. No tengo nada en contra de la gente que lo hace, pero yo tenía otro proyecto, así que empecé a buscar soluciones por internet y encontré una oficina que trabaja con migrantes que acaban de llegar. Una técnica que hablaba francés me explicó lo que tenía que hacer para conseguir la residencia en España y me dio una tarjeta de Cáritas para que aprendiera castellano. Le comenté que yo prefería aprender catalán, porque al llegar a la isla, al salir del puerto y coger un autobús, escuché que hablaba en dos idiomas y que uno de ellos no lo conocía. Vi que tenía palabras parecidas al francés, y empecé a buscar clases de catalán, pero siempre me topaba con una pared, me contestaban que primero tenía que empezar con el castellano. Lo empecé a estudiar y en el centro pusieron clases de catalán. Me apunté y al acabar quise seguir aprendiéndolo, pero lo quería hacer como lo hacían los mallorquines. Al final conocí a una familia de Pòrtol, que se convirtió en una nueva familia para mí, y que me ayudó con el catalán, a conseguir los papeles, y a trabajar en Cáritas como técnico social en un programa del Govern.
El problema crucial de la migración es que Europa está vista como El Dorado
Habla el catalán perfectamente, ¿cree que le ha ayudado a integrarse?
Sí, me ha ayudado mucho, porque gracias a ello me han ofrecido muchas veces hacer charlas en escuelas, incluso cuando no tenía papeles. Tenía un amigo senegalés que vio que yo podía hacer algo y me puso en contacto con el Fons Mallorquí de Solidaritat y Cooperació, y allí hicimos muchas actuaciones para sensibilizar, sobre todo en los colegios. Esto me permitió ser miembro de la Junta Directiva de la Obra Cultural Balear, y también participar en la mesa del Consejo Social de la Lengua Catalana.
¿Qué le llevó a escribir un libro sobre su experiencia?
Cuando estaba en el centro de internamiento, conocí a un policía que siempre me preguntaba qué necesitaba. Un día le dije que quería un cuaderno y bolígrafos, y me los dio, y eso me ha permitido hacer muchas notas. Ya aquí con la familia de Pòrtol, cada vez que terminábamos de trabajar, me proponía escribir, y así empezamos a poner en marcha el libro. Empezamos en 2010 y acabamos a finales de 2024. La primera parte, porque me queda el segundo volumen.
¿Ha sido víctima del racismo?
Sí, pero he tenido la suerte de encontrar gente que siempre me ha defendido. De todos modos, siempre prefiero dejar pasar los malos comentarios, porque tengo un objetivo claro y la suerte de tener a gente que siempre me apoya, así que no me afecta mucho.
Quería aprender catalán, pero siempre me topaba con una pared. Me decían que primero tenía que ser el castellano
¿Qué le diría a esa gente que critica las rutas en patera y la llegada masiva de migrantes?
A veces voy a Senegal, y me dicen que aunque vaya, siempre vuelvo a España porque aquí vivo muy bien. Yo contesto que vuelvo porque tengo mi vida. Yo no soy nadie para decir que la gente no venga, pero una persona que sale de su país para migrar, tiene que tener un proyecto, y ahora Europa está vista como El Dorado, y ese es el problema crucial de la migración. Por otro lado, creo que la gente que liga la migración con la criminalidad, está equivocada. Es un discurso extremista, porque la mayoría de migrantes se dedican a trabajar honestamente.
¿Ha merecido la pena su largo viaje?
Totalmente. Viajar me ha permitido conocer a mucha gente, algo que para mí es súper importante, porque la mayoría de personas vuelven por falta de oportunidades, y las amistades a mí me han permitido crear una ONG para ayudar a mi país, he podido conseguir los papeles, trabajar, ayudar a mi familia y hacer formaciones. Así que mi viaje migratorio lo valoro muy positivamente.
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