Una multa de Pere Sampol salva a Mallorca del apagón

Apagón generalizado en España.
La muerte de Pere Sampol, seguida por la espectacular desaparición de la corriente eléctrica en el resto de España, impulsa a recordar que el político fallecido impuso una multa ejemplar a Endesa. La sanción siguió al apagón más feroz sufrido por Mallorca, y obligó a la suministradora renuente a contemplar soluciones que ayer mantuvieron a la isla milagrosamente a salvo del ‘blackout’ en su versión extrema.
En junio de 2000, primer cumpleaños del Pacto de Progreso, un cortocircuito en la subestación de Llubí dejó sin energía a toda Mallorca y parte de Menorca, el incumplimiento de servicio más grave de la historia. Un año más tarde, el vicepresidente Sampol anunciaba una multa ejemplar a Gesa. La filial de Endesa antes de su completa absorción fue castigada a abonar cien millones de pesetas, equivalentes a seiscientos mil euros de entonces y actualizados a más de un millón.
La bisoñez atribuida por definición al Pacto inaugural no disminuyó la contundencia de la reacción a un comportamiento incalificable. Sampol culpó expresamente a Endesa de «dejadez» en sus «inadecuadas» instalaciones mallorquinas, y le atribuyó el «caos» para cargarle las facturas. Poco acostumbrada a este tratamiento, la eléctrica presidida por Bartolomé Reus rechazó las imputaciones, y anunció la interposición de un contencioso.
El responsable del PSM en el Pacto no se dejó amilanar por la respuesta de Endesa. Al revés, alentó a los negocios y a los ciudadanos afectados a que interpusieran demandas contra el gigante energético, para recibir las correspondientes indemnizaciones. Fue una de sus intervenciones más radicales como número dos de Francesc Antich, tras ajustar la sanción en Consell de Govern. Es innecesario añadir que el PP de ayer y de hoy no se hubiera atrevido a un reproche de idéntico calado, pese a la envidia que sentía Jaume Matas por el sueldo exorbitante de Reus.
Un cuarto de siglo más tarde, el cable eléctrico de 240 kilómetros de Sagunto a Santa Ponça que en realidad son tres, aporta solo una cuarta parte del consumo mallorquín. Su caída de ayer no interrumpió el funcionamiento de las centrales locales, mejoradas tras el apagón de 200o que se repitió con menos dramatismo en 2003. El segundo cable ahora en potencia tampoco hubiera salvado a Mallorca del desastre inexplicable, y sobre todo inexplicado, que se cebó con la Península. La autonomía energética tiene sus ventajas, y también la autosuficiencia alimentaria que los nativos han despreciado con temeridad.
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