¿Cómo será la vivienda de Mallorca en 2030?

Expertos y autoridades se dieron cita el pasado miércoles para abordar la crisis de la vivienda desde el sector privado, aportando un punto de vista cualificado que coincidió en la falta de un plan urgente, sostenible y local

Palma

En un rincón del Mediterráneo tan codiciado como frágil, la pregunta sobre cómo será la vivienda en Mallorca en 2030 no es sólo una cuestión de urbanismo o economía: es una interrogación directa al futuro que queremos habitar. El pasado miércoles, el Club Diario de Mallorca se convirtió en un espacio de reflexión imprescindible con la celebración del Foro Inmobiliario «La vivienda en la Mallorca de 2030», una jornada que reunió a representantes políticos, arquitectos y agentes del sector inmobiliario para abordar con realismo y visión de futuro uno de los grandes desafíos de las islas: el acceso a una vivienda digna.

El evento, patrocinado por CaixaBank, TM Real Estate Group, Jardins Tramuntana, Reolid Consulting, PROINBA, Ladrillerías Mallorquinas y BOHABI, arrancó con palabras que marcaron el tono del día. Marisa Goñi, directora de Diario de Mallorca, sintetizó la urgencia del debate: «La vivienda es uno de los principales problemas para la ciudadanía». Y añadió con contundencia: «Buscamos soluciones para un territorio muy deseado, pequeño y frágil donde queremos seguir viviendo».

La bienvenida institucional corrió a cargo del alcalde de Palma, Jaime Martínez, quien no rehuyó la responsabilidad política en la crisis de la vivienda: «Palma ha experimentado un crecimiento demográfico sin precedentes», recordó, señalando que la capital balear ya es la séptima ciudad más poblada de España. «La falta de vivienda es fruto de la falta de planificación de muchas legislaturas anteriores en las cuales no se calibró la magnitud del problema», afirmó. Su discurso apeló al consenso y al compromiso, anunciando medidas concretas como un plan de choque para la construcción de 2.000 viviendas públicas, licitaciones de suelo municipal y la creación de entidades para agilizar licencias urbanísticas. «Se necesita gestión, trabajo y voluntad», insistió, «y la colaboración de instituciones, empresas y ciudadanos».

La bienvenida institucional corrió a cargo del alcalde de Palma, Jaime Martínez.

La bienvenida institucional corrió a cargo del alcalde de Palma, Jaime Martínez. / Manu Mielniezuk

La ponencia inaugural, titulada ‘Metamorfosis’, fue un análisis punzante y sin concesiones a cargo del arquitecto Jordi Herrero, responsable de proyectos como el polideportivo Rudi Fernández. «Este tema es un monstruo de muchas cabezas», advirtió, desgranando las múltiples aristas del problema: viviendas vacías por inseguridad jurídica, falta de suelo edificable, presión turística, cambios en el modelo familiar, deterioro del parque inmobiliario y una VPO que no garantiza accesibilidad ni precios regulados.

Herrero trazó una línea histórica desde la Mallorca rural y turística de los años 60 hasta el presente, con edificios funcionalistas convertidos en vestigios sin mantenimiento. «No es tan fácil tirar los edificios: hay mucha gente arraigada, se deben reformar», explicó, presentando como ejemplo el proyecto ‘Edén’, una propuesta de rehabilitación en Cala Major que apuesta por la sostenibilidad, la eficiencia energética y la mejora de la calidad de vida de sus habitantes.

«El problema no es técnico, es legal, social y político», subrayó Herrero. Su propuesta articula la transformación no sólo desde el edificio, sino desde el barrio y la ciudad. Conectar edificios para maximizar el rendimiento energético, unir barrios mediante zonas verdes y superar fracturas urbanas como la de la Bonanova, donde la autopista divide dos mundos, fue su planteamiento para una arquitectura con vocación humana: «Estos proyectos no son utópicos. En Francia lo han hecho. Es posible. Y es necesario».

La jornada comenzaba así con una dosis de realismo, pero también con una visión: Mallorca puede, si quiere, construir un futuro habitable para todos. La clave está en reconocer la complejidad del problema y atreverse a plantear soluciones que trasciendan las inercias del pasado.

La opinión de expertos

El debate sobre el futuro de la vivienda en Mallorca no puede reducirse a cifras ni normativas: es una conversación que exige una mirada multidisciplinar. La primera mesa del Foro Inmobiliario reunió precisamente esa pluralidad de enfoques, con voces procedentes de la arquitectura paisajística, la ingeniería, la arquitectura urbana y la promoción inmobiliaria. Todos coincidieron en algo esencial: 2030 está a la vuelta de la esquina y, si se quiere construir un futuro habitable, el cambio debe comenzar ahora.

La primera mesa del Foro Inmobiliario reunió precisamente esa pluralidad de enfoques.

La primera mesa del Foro Inmobiliario reunió precisamente esa pluralidad de enfoques. / Manu Mielniezuk

Lourdes Vázquez, manager en Jardins Tramuntana, introdujo una visión en la que el paisaje ya no es un telón de fondo, sino un agente activo en la construcción de valor. «Nos gustaría que el paisajismo fuera funcional, que regenerase aguas fluviales, mejorase la eficiencia energética, que se integrara desde el inicio del proyecto y no como un adorno final», señaló. Su intervención subrayó que el paisaje nunca es neutro: «Debe dialogar con el espacio que va a habitar». Vázquez reivindicó una arquitectura paisajística que mejora la calidad de vida, transforma espacios en experiencias y responde a una necesidad humana profunda: vivir con la naturaleza al lado.

Desde la arquitectura urbana, Nacho Salas ofreció una visión crítica y pragmática. Para él, el futuro pasa por la densidad urbana, no por la expansión. «La ciudad debe ser densa, es más respetuosa con el medioambiente porque no consume territorio», explicó el arquitecto. Apostó por viviendas más pequeñas, adaptadas a nuevos modelos familiares, y criticó la demolición de Son Dureta: «Una gamberrada. Tirar edificios para imitar el pasado es insostenible». Defendió la reutilización de espacios, la claridad normativa — «Todo el mundo quiere legislar, y eso dificulta nuestro trabajo» — y la introducción de nuevos materiales sostenibles en la construcción como la madera, «que durante su vida genera oxígeno».

El ingeniero Vicente Reolid se sumó a esa mirada sostenible desde la perspectiva de los recursos. «En 2030, la sostenibilidad no será un plus, sino una necesidad», advirtió. Hizo énfasis en la escasez de agua como un reto estructural en Mallorca: «Hay que pensar en comunidad, aprovechar el agua antes de que acabe en las alcantarillas». También denunció la maraña burocrática que ralentiza los procesos constructivos: «Tu trabajo menor es proyectar; el mayor, presentar papeles en el lugar y momento adecuados». Sin embargo, también transmitió un optimismo profesional: «Nos encontramos en un punto que los ingenieros soñábamos, con tecnología y espacio para actuar».

Oscar Negre, desde Metrovacesa, aportó la visión del promotor inmobiliario. Rechazó la idea de una vivienda única para Mallorca y apostó por diferenciar tipologías: «Por un lado, la vivienda asequible, que frene la gentrificación y evite que la gente de la isla se marche. Por otro, la destinada a perfiles de mayor poder adquisitivo, local y extranjero. No hay que demonizar este tipo de vivienda, sino buscar el equilibrio». Negre subrayó la necesidad de colaboración público-privada, la optimización de costes y la incorporación de soluciones tecnológicas como la aerotermia. También puso sobre la mesa una demanda silenciosa: «Es necesario incorporar más mujeres y mano de obra joven en el sector».

A lo largo del debate, se dibujó un escenario complejo pero lleno de oportunidades. La Mallorca del 2030 —si escucha a sus arquitectos, ingenieros y promotores— puede ser densa, verde, tecnológica y más justa. Pero para llegar ahí, será necesario sortear inercias, simplificar normativas y, sobre todo, construir con una visión común.

Desde el sector privado

La vivienda en Mallorca no es solo una cuestión de ladrillos, sino de alianzas. Así quedó patente en la segunda mesa de debate del foro, donde las voces del sector bancario, promotor e institucional coincidieron en un diagnóstico compartido: no hay solución sin entendimiento entre lo público y lo privado. El ritmo de llegada de nuevos residentes, el coste del suelo, la lentitud administrativa y la falta de oferta son las piezas de un puzle que solo puede encajar con voluntad y coordinación.

Omar García, director del centro de negocio inmobiliario de CaixaBank en Baleares, fue claro desde el inicio: «Cada día vienen 50 personas a vivir a Palma. Hay que ayudar a los residentes a encontrar vivienda». Explicó que en 2025 se espera una expansión significativa de operaciones hipotecarias, y subrayó que, paradójicamente, «en muchos casos, comprar una vivienda es más barato al mes que alquilarla, pero el problema es el 20% inicial que no financia el banco: falta capacidad de ahorro». García apostó por medidas como el uso más eficiente del suelo ya construido —conversión de locales en viviendas, por ejemplo— y destacó que la combinación de promoción pública con ejecución privada puede reducir plazos. «Hay modelos que están funcionando. Debemos ser conversos de la colaboración público-privada. Tenemos un gran desafío», sumó a la mesa de debate.

Desde la perspectiva de las promotoras, Alberto Rodríguez (TM Grupo Inmobiliario) fue tajante: «El modelo de urbanismo actual es un modelo zombi. Estamos creando viviendas que en cinco años quedarán obsoletas». Criticó el desequilibrio de costes y las trabas estructurales: «Ni regalándonos el suelo salen las cuentas. Fallan los previos del suelo y la limitación de este». Rodríguez defendió con énfasis el turismo residencial —ese visitante de larga estancia que se mezcla con la vida local— y pidió responsabilidad en la liberación de suelo: «Integrar el desarrollo con el paisaje. Hacer que encaje todo, empezando por la materia prima, que es ese suelo». Reivindicó también una reforma fiscal y la agilización de los trámites para evitar que los costes de mantenimiento disparen los presupuestos.

Daniel Arenas Oe, presidente de la Asociación Balear Inmobiliaria Nacional e Internacional (ABINI), insistió en la importancia de incrementar la oferta para regular el mercado: «Falta más vivienda para destensionarlo». Propuso sacar al mercado vivienda asequible nueva y también reformar vivienda de segunda mano, como vía para equilibrar precios. Reconoció el efecto transformador del turismo residencial: «Más que buscar un piso vacacional, muchas familias están viniendo a vivir a la isla. El nivel de exigencia que traen ha elevado la calidad del parque inmobiliario». Pero también advirtió: «Tenemos que prepararnos para un futuro con mucha más gente. Uno de los retos clave será la movilidad».

La conducción de estas dos mesas de debate corrió a cargo de Alejandra Marqués, especialista en Derecho Urbanístico de PROINBA.

El cierre, por otro lado, llegó en boca de José Luis Mateo, conseller de Vivienda, Territorio y Movilidad del Govern balear.

El cierre, por otro lado, llegó en boca de José Luis Mateo, conseller de Vivienda, Territorio y Movilidad del Govern balear. / Manu Mielniezuk

El cierre, por otro lado, llegó en boca de José Luis Mateo, conseller de Vivienda, Territorio y Movilidad del Govern balear. En un tono directo y personal, asumió el reto de la crisis de la vivienda: «Prefiero verlo como un desafío, no como un problema. Queremos proteger el territorio, como lo que es: nuestro hogar. No nos vamos a esconder. Afrontaremos esta crisis con medidas valientes. Pero proteger no significa paralizar. Disponer de suelo no es desproteger nuestra isla».

Con estas palabras, se cerró una mesa donde quedó claro que el futuro de la vivienda en Mallorca no dependerá de un solo actor, sino de un pacto plural, valiente y generoso. Porque construir casas es fácil; construir un hogar común es otra historia.

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