Miguel Garau: «Quería ver la iglesia de Montesión y se interesó mucho por todo»
Este jesuita ejerció de guía de Jorge Mario Bergoglio cuando en 1983 viajó a Palma para conocer la capilla de San Alonso Rodríguez

Miguel Garau conserva un solideo con autógrafo que le envió el Papa. / B. Ramon

El jesuita Miguel Garau conserva un solideo del Papa Francisco con su autógrafo en el interior y varias cartas del pontífice, fruto de los encuentros que ambos tuvieron en diferentes momentos de sus vidas, el primero de ellos en 1983, cuando, como un jesuita más y devoto de San Alonso Rodríguez, Jorge Mario Bergoglio se presentó en Montesión para conocer su iglesia. «Me di cuenta de que era un hombre muy humanístico y muy sensible», recuerda Garau desde La Porciúncula, donde reside actualmente después de la dispersión de su congregación en la isla.
Miguel Garau afirma que la visita de Bergoglio «fue el 28 de octubre». «Me lo presentaron, me dijeron que quería ver la iglesia. Venía de Roma y la visita duró unas dos horas y veinte minutos… Se interesó mucho por todo y por San Alonso», relata de ese primer encuentro con el religioso que años después sería proclamado Papa.
«Sentía una especial veneración por San Alonso Rodríguez y quería conocer de primera mano más sobre él. Aprovechando el viaje a Roma a la 33 Congregación General de la Compañía de Jesús, Jorge Mario Bergoglio vino a Mallorca para visitar la capilla del Santo, a quien tanta devoción profesaba, y llevarse una imagen que inspirara la capilla que se estaba construyendo en el barrio de San Miguel de Buenos Aires», recuerdan también los Jesuitas de Mallorca en un comunicado, en el que adjuntan dos cartas que Francisco les envió, la primera de ellas un año después de su paso por Palma y muy lejos de su elección como Papa.
«Fueron unos días en los que disfrutó de la acogida de sus hermanos jesuitas en Mallorca y pudo recoger elementos que después inspiraron el citado templo. Poco tiempo más tarde, envió una carta de agradecimiento por el tiempo compartido en la isla, así como novedades sobre el avance de la nueva iglesia, acompañadas de imágenes del progreso de las obras en su tierra argentina», indican.
En esa visita, Garau le mostró una caja con siete medallas de San Alonso Rodríguez y Bergoglio, con una mirada, buscó la aprobación del jesuita mallorquín para quedarse con alguna, cuenta como anécdota. Finalmente fueron tres las que se llevó, relata quien ejerció de guía. «En aquel tiempo era muy caradura», dice que le reconoció años después el pontífice en una carta.

La primera carta data de 1984 y está remitida por Jorge Mario Bergoglio / .
El jesuita mallorquín siguió en directo la elección del sucesor de Benedicto XVI en el año 2013. «Por poco me desmayo, pero si yo he estado con este hombre», recuerda de lo que sintió en aquel momento. Así que cuando Bergoglio fue elegido Papa, Garau le escribió, recordando aquella visita a Montesión. «Me han dicho que se guarda en el archivo del Vaticano», comenta el mallorquín sobre esa misiva. Poco después, el Pontífice le respondió.
«Guardo un recuerdo amable, era una persona sencilla», comenta Garau. «Nunca le he visto vestido de otro color que no fuera blanco», añade sobre esa sencillez del Papa.

La segunda carta es de 2024, manuscrita y firmada por Francisco. / .
Años después de aquella visita a Montesión, Garau y Bergoglio, ya como Papa, volvieron a verse en la plaza de San Pedro del Vaticano en otras dos ocasiones. En 2015, el jesuita formó parte de la delegación mallorquina que acudió a Roma para invitar al Pontífice a que fuera a Palma para la futura canonización del beato Ramon Llull. La comitiva estaba liderada por José Ramón Bauzá, el entonces president de Balears, y el obispo de Mallorca, Javier Salinas, acompañados de otros cargos políticos y de cien peregrinos de diferentes pueblos de Balears. «Enseguida me reconoció», explica el jesuita, quien de aquel momento conserva unas 20 fotos con el pontífice. En esa ocasión, Garau le regaló un medallón, un relieve de San Alonso Rodríguez.
Tras ese encuentro en Roma, Garau volvió a escribir al Papa y, de nuevo, este le respondió. Con esa carta, también le envió el solideo, casquete de seda, con un autógrafo dentro, obsequio que el mallorquín conserva muy cerca.
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