Análisis

La guerra entre nativos y turistas

Turistas en Mallorca

Turistas en Mallorca / Guillem Bosch

Matías Vallés

Matías Vallés

Los mallorquines irresponsables que critican al turismo olvidan que el sector servicios aporta el 83 por ciento de la riqueza de Balears, complementado solo por la también satanizada construcción (trece), y con la actividad fabril en niveles esmirriados. Perdón, me he equivocado de tabla y he transcrito los datos de Asturias, aunque sean prácticamente intercambiables.

El error sirve para consignar que la extinción de la poderosa minería asturiana no ha supuesto que la población afectada viva en los árboles ni coma algarrobas, según se nos vaticina en la isla en caso de volver a cifras de turismo racionales. Al revés, los mallorquines sabios compran propiedades a precio y clima decentes (véase el final de este artículo) en el Principado.

Cabe esperar que el informe pesimista del BBVA sea tan jaleado por políticos y empresarios como cuando el banco avanzaba perspectivas rosadas. Balears se ha limitado a regresar de la última plaza española que ocupó en 2020/21 a raíz de la pandemia a su posición habitual, que ya no es la primera como en los años noventa sino la séptima de este siglo. En 2024 solo creció dos puntos por debajo que en 2023, la riqueza está en otra parte.

Por mucho que hablen los bancos, nadie podrá acusar a Mallorca de haberse comportado como si hubiera llegado a la saturación y necesitara una reconversión a la asturiana, después de la sobreexplotación. Al contrario, la isla habrá mantenido la ficción próspera hasta el último día, con una resistencia numantina o saguntina, hablando de reciclajes industriales.

La novedad se excava en el campo sociológico, donde se ha logrado que los turistas alcancen entre los indígenas la reputación que hasta ahora solo padecían los hoteleros. El manifiesto No vengáis a Mallorca del Gob y otros tendrá un mayor efecto histórico que instantáneo. De momento, la prensa inglesa ya ha respondido masivamente con la expresión «guerra abierta», entre residentes y visitantes. Y como lo prometido es deuda, solo falta mencionar al elefante en la habitación, el cambio climático que declara inhabitable a Mallorca durante tres meses al año. Casualmente coinciden con la temporada turística.

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