Okupación en Sant Antoni: «La Policía Local y la Guardia Civil están atadas a lo que dice la ley»

El alcalde pide endurecer las leyes nacionales para combatir la okupación

VÍDEO | Un vecino de Sant Antoni asiste impotente a la okupación de su casa

DI

Guillermo Sáez

El alcalde de Sant Antoni, Marcos Serra, ha mostrado su enojo por la okupación sufrida por un vecino de la localidad en la calle Bisbe Cardona

Un vecino de Ibiza asistió este miércoles en directo, consumido por la rabia y la impotencia, a la okupación de una vivienda de su propiedad en la calle Bisbe Cardona de Sant Antoni.

Además de ver cómo unos desconocidos entraban en su inmueble y cambiaban la puerta del mismo, tuvo que aguantar insultos e incluso amenazas, ya que estuvieron a punto de agredirle cuando se acercó a pedirles que depusieran su actitud invasora. 

Por la mañana, Vicente fue avisado por el dueño de una tienda colindante a la propiedad okupada. El vecino le avisaba de que había visto entrar a varias personas en la vivienda usando una llave para abrir la cerradura con total normalidad. Alarmado por la situación, Vicente fue corriendo hacia el lugar y se encontró a cuatro personas, tres hombres y una mujer, todos de origen magrebí.

Según narra a Diario de Ibiza, en ese momento les ofreció que se marcharan y que él haría como si no hubiera pasado nada, renunciando a llamar a las autoridades ni a emprender ninguna acción legal. Su mensaje conciliador a uno de los okupas fue el siguiente: «Me has roto la cerradura. Vale, no pasa nada. Vuelves a poner la que estaba, recoges tus cosas y yo a las 7 me paso, cierro y aquí no ha pasado nada». 

Sin embargo, los okupas, lejos de atender a la petición de Vicente, reaccionaron burlándose de él y dando otro paso adelante en la okupación al cambiar no solo la cerradura, que ya habían sustituido, sino toda la puerta entera a plena luz del día y ante el asombro general de todo el vecindario.

«Estaba grabándoles mientras cambiaban la puerta y uno me ha agredido. Ha venido un amigo a cogerme y nos hemos metido juntos en un bar de al lado. Me he metido porque sin la escopeta en la mano no me gusta encararme con esta gente. Si no hubiera una chica, ya estaba todo arreglado», narraba el afectado.

Insultos y mofas

En ese momento, Vicente, convencido de que se encontraba ante un episodio de «delincuencia pura y dura», decidió llamar a la Guardia Civil y la Policía Local de Sant Antoni. Hasta el lugar se desplazaron agentes de ambos cuerpos que, según explica la víctima, no hicieron nada para detener la okupación y le explicaron que tenían las manos atadas porque la ley así lo dictamina.

Vicente no podía dar crédito a lo que escuchaba mientras, para mayor escarnio, los okupas empezaron a lanzar gritos de ‘¡Viva España!’ y ‘¡Viva el Rey!’ a los agentes personados en el lugar de los hechos.

 «Están insultando a los policías y aquí no pasa nada. Cualquier persona decente tendría que estar muy borracha para tener esa actitud. Se ve que lo único que pueden hacer por la ley los policías es aguantarse, dejarse insultar y hacer el poco trabajo que pueden hacer. Que no está en sus manos, me dicen», lamentaba Vicente. Presa de la ira, la víctima se negaba a denunciar por el momento. «Mis datos no van a estar. Estoy hasta los huevos», se desahogaba. 

Lo que sí hizo fue emplear su teléfono móvil para grabar a los okupas y archivar toda la información posible sobre lo que le estaba sucediendo. La respuesta de uno de los okupas, tal y como se puede ver en el vídeo publicado en la web que acompaña a esta noticia, fue contestar con amenazas y groserías como ‘¡Grábame la polla!’, improperio que acompañó llevándose las manos a los genitales.

Una vivienda inhabitable

La vivienda okupada es un inmueble de 40 metros cuadrados cuya puerta de entrada está situada a pie de calle y que está pendiente del permiso de reforma que necesita Vicente para hacer obrar dentro de ella. Por ello, no dispone de ningún mueble, igual que no cuenta con suministro de luz ni agua. 

A las ocho de la tarde, Vicente decidió darse por vencido y se marchó de vuelta a su casa, todavía asombrado y enfurecido por todo lo que le había ocurrido. «Pueden pasarte cosas peores en la vida, pero es muy indignante que te roben en la cara y no puedas hacer nada», resumía.

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