Análisis
Cati Cladera es la Kamala mallorquina

Cati Cladera / B. Ramon
Cati Cladera es la Kamala Harris mallorquina, hasta en las dudas sobre la pronunciación correcta de sus nombres respectivos. Excelente preparación, una ambición que en política nunca es excesiva, y condenadas a la derrota de antemano. Nadie acierta a saber exactamente por qué fracasan ambas progresistas. Las acondicionan, las entrenan, las adoctrinan, y empeoran. Se estrellan ante la gente, no soportan que esos seres humanos menguados les dicten sus expectativas. Una interventora y una fiscal, los oficios ríspidos son la clave del desapego.
Kamala choca con el mejor Trump, y Cati abandona el día histórico en que Antoni Costa eleva al Govern de la indigestión a la gestión con mayúsculas. Sostiene Cladera que ama a su jefa Armengol. Tanto como la Harris a su jefe Biden, ni se miraron en asientos contiguos del funeral de Jimmy Carter.
En realidad, la gran amiga de Koldo expulsó a la consellera por el fiasco del REB. En el Govern la trataban como si formara parte de la oposición, y cuando se atacaba a la poblera que presidió por los pelos el Consell, la réplica era «decidnos solo si os lo ha filtrado el Consolat». El tuit equívoco de Negueruela ahorra los discursos, no hay salvación posible. Cladera protagoniza una huida hacia atrás y una patada hacia abajo. Cati y Kamala lo tenían todo para triunfar, en pretérito.
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