Lluc es un hotel divino de la muerte

El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull.

El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull. / ANA B. MUÑOZ

Matías Vallés

Matías Vallés

La profanación de Lluc no ha corrido a cargo de ateos irredentos, sino de clérigos vaticanos. Si la imagen de Sebastià Taltavull como el obispo más vacunado de la Cristiandad produce cierta perplejidad, su metamorfosis en hotelero de la montaña sagrada apunta a una conversión milagrosa.

Pese al templo contiguo que entorpece la experiencia, Lluc es un hotel divino de la muerte, y abre las puertas a la explotación turística de la Catedral. Una gerencia creativa ya transformó las terrazas de la Seo en un beach club musical, pero finalmente se silenció el impacto de las hordas. Sin embargo, los argumentos de hospedería esgrimidos en el santuario habilitarán las pernoctaciones en el templo palmesano, aureoladas sin duda por una atmósfera mágica.

Cuando los establecimientos hoteleros solo destrozaban las playas, se generalizaba en propiedad al hablar de Gran Hotel Mallorca. Se propagó a continuación la plaga de que todo proyecto deportivo o cultural incluyera «unas habitaciones». Gracias a esta intoxicación paulatina, la isla llegó aclimatada al alquiler turístico. El Tribunal Supremo sentenció a favor de la prohibición de Airbnb en pisos, argumentando que la existencia de muchos hoteles en Palma no obligaba a convertir en un hotel la ciudad entera. La isla entera, habría que corregirles.

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