Turismo

De Branson a Fournais, cambio de guardia en Banyalbufar

Uno de los municipios más preservados de Mallorca se ha convertido en el eje de los proyectos de dos magnates de personalidades dispares, pero capturados por el embrujo de las fincas de montaña, que presumen de explotaciones turísticas sin abusos frente al escepticismo expectante de los vecinos de Banyalbufar

Son Valentí, el segundo proyecto hotelero de Richard Branson en Banyalbufar ha pasado a manos del danés Kim Fournais.

Son Valentí, el segundo proyecto hotelero de Richard Branson en Banyalbufar ha pasado a manos del danés Kim Fournais. / Guillem Bosch

Matías Vallés

Matías Vallés

Banyalbufar no es Valldemossa porque no fue elegido por Chopin, y no es Deià porque no fue elegido por Robert Graves. Sin embargo, el tercer eslabón de la costa norte es tal vez el único pueblo mallorquín que ha sido portada de ‘Le Monde’. Desde luego, ningún otro municipio insular ha merecido una pieza íntegra y elogiosa en primera página, donde se comparaba a sus habitantes con los «irreductibles galos» comandados por Astérix.

El rotativo francés comparó a Banyalbufar con la «aldea gala» por haberse opuesto a los designios imperiales de Richard Branson. El creador del imperio Virgin se sintió humillado, cuando un municipio de menos de quinientos habitantes paralizó su proyecto de construir un hotel en las casas de la finca más emblemática del término. La decepción del productor de las ‘Tubular Bells’ de Mike Oldfield llegaba al extremo de declarar a este periódico en 1996 que «Si no me dejan hacer mi hotel, venderé Son Bunyola». El niño rico se llevará la pelota. Ejecutó su amenaza, pero dio marcha atrás.

El encumbramiento de Banyalbufar en ‘Le Monde’ tuvo un desenlace inesperado. El alcalde que había sido identificado con Astérix acabó trabajando para el propio Branson, el famoso mimetismo mallorquín. El amigo personal de Lady Di, a la que trajo a la isla con su tristeza a cuestas, pregonaba que «compré Son Bunyola porque queríamos hacer algo similar a La Residencia de Deià, un hotel que está lleno y que considero muy bonito, por eso me sorprende la resistencia». Como siempre, el amante del riesgo llevaba su apuesta hasta el final, y se dirigía desafiante a sus entrevistadores con un «quizás ustedes podrían explicarme la decisión del ayuntamiento».

Branson se expresaba así desde el césped primorosamente cuidado de La Residencia. Comparen su defensa de la equiparación municipal con esta cita textual de Kim Fournais, la semana pasada. «Banyalbufar no ha de ser un nuevo Deià, debe conservar su espíritu». Y por si no se capta, «La Residencia no tiene vistas al mar». Un momento, ¿quién es este señor y qué papel juega en la historia de los terratenientes mallorquines del exterior?

El magnate británico, Richard Branson.

El magnate británico, Richard Branson, en su finca en Son Bunyola. / Manu Mielniezuk

Mientras los espectadores miraban la mano del prestidigitador Branson, el rey danés de las fintech o tecnologías al servicio de las finanzas hormigueaba para adquirir propiedades significativas de Banyalbufar. El creador del Saxo Bank, pionero en la popularización de las inversiones, se instalaba primero en es Rafal. Desde allí critica a los anteriores propietarios también británicos, los Benson, de «haberse enemistado con el pueblo». En efecto, la animosidad tuvo que dilucidarse en los tribunales, hasta proclamar el carácter público del camino de Planícia, que todavía hoy convierte a los excursionistas en casi invitados a la residencia del magnate escandinavo.

El gran mazazo estaba a punto de llegar. El despechado Branson se desprendió en apariencia de Son Bunyola en una operación con resabios penales, pero reincidió en la adquisición de la finca porque sus padres estaban enamorados de la propiedad y se habían instalado en uno de los chalets situados al borde del mar, hoy comercializados y de un valor incalculable. Al mismo tiempo, el inquieto milmillonario compró y vendió dos veces la possessió vecina de Son Valentí, hasta conseguir finalmente una segunda licencia hotelera para trece habitaciones de lujo.

Branson:"Son Bunyola ha sido el éxito que siempre soñamos, nos concentraremos en ella"

La última venta de Son Valentí fue desvelada por este diario en septiembre del año pasado, y el hombre que sacó a Branson del atolladero se llama Fournais. Así se explica el titular de esta crónica, «Cambio de guardia en Banyalbufar». Respetaremos la versión oficial del genio inglés, «Son Bunyola ha sido el éxito que siempre soñamos, y nos concentraremos en ella». Una hermosa fórmula de despedida. En cuanto a la bienvenida del consejero delegado de Saxo Bank, «aquí no caben excesos, porque no se puede construir más». Un compromiso en toda regla.

La primera vez que se habló de un terrateniente que había conquistado la tercera parte de los 18 kilómetros cuadrados del término municipal de Banyalbufar, la dominación aludía a Branson y la publicación del dato objetivo desató las iras de los habitantes del municipio. Ahora, el propietario en ciernes de un tercio se llama Fournais. De este modo, uno de los pueblos más preservados de Mallorca se ha convertido en el eje de los proyectos de dos magnates de personalidades dispares. Ambos han sido atrapados por el embrujo de las fincas de montaña, el primero en llegar no era cazador. En cuanto al segundo, ha sellado sus pretensiones comprando otras propiedades rústicas y sobre todo con las 32 habitaciones del hotel Sa Coma, el auténtico pulmón en el centro de la localidad. La catedral turística, volcada al mar.

Los dos protagonistas coinciden en esgrimir un altruismo al borde de la filantropía. Branson textual sobre Son Bunyola: «Pensaba que un hotel sería bueno para esa casa hoy en ruinas». Tres décadas después, Fournais literal sobre Son Valentí: «La casa está en ruinas, su futuro es el hundimiento del techo y la desaparición de la vivienda». Presumen de explotaciones turísticas exclusivas donde no cometerán desmanes, frente al escepticismo expectante de la población de Banyalbufar. ¿Necesitan otra cita compartida que no negará ninguno de los dos magnates? «No quiero llegar a los 85 años y descubrir que no he hecho nada con mi vida».

Fournais: "Aquí no caben excesos, porque no se puede construir más"

El expansivo Branson (74) ha sido desplazado por el metódico Fournais (58). Sería un sacrilegio afirmar que son más famosos que sus posesiones mallorquinas, pero su fiebre compradora obliga a explorar similitudes. Ambos son implicados, incisivos, intervencionistas y resolutivos, poco acostumbrados a admitir que sus sueños pecan de irrealizables. No heredaron títulos ni fortuna, no estaban previstos. Empezaron de la nada o, como se dice en inglés, de un rasguño. Al igual que los héroes nietzscheanos, no comparten la idea de miedo que anida en el resto de los mortales. El danés vuela a Son Sant Joan pilotando su propio reactor privado, el inglés ha viajado al espacio. No los tomen a broma. 

El magnate danés Kim Fournais en Sa Coma.

El magnate danés Kim Fournais en Sa Coma. / Guillem Bosch

Ahí va otra cita al alimón de Branson (1996) y Fournais (2025): «La única razón por la que quiero levantar un hotel en este lugar es porque se trata de uno de los parajes más bellos del mundo, y he visitado muchos. Solo esa belleza justificará que los futuros clientes paguen un precio que acredite la inversión, y ya llevamos mucho dinero gastado». Dios los cría y Banyalbufar los junta.

En el mapa, Banyalbufar y Estellencs son los hermanos menores aplastados por Andratx, Valldemossa y Deià, los tres municipios más instagramables de Mallorca. La forma en que los magnates descubrieron esas joyas ignotas sintoniza también con su temperamento. Branson se dejó la primera esposa en un intercambio de parejas mallorquín con el irrepetible Kevin Ayers, el empresario lo cuenta en su autobiografía ‘Perdiendo mi virginidad’. A Fournais se le apareció Banyalbufar pedaleando en bicicleta. El misterioso suizo Stephan Schmidheiny, modelo ecológico de los hermanos Juan y Carlos March, se apeó de su yate en la costa de Estellencs, subió la montaña a buen paso, divisó el paraíso al otro lado y se compró s’Alqueria, después pasto de un incendio.

Son Bunyola, la finca que los padres de Branson le obligaron a conservar.

Son Bunyola, la finca que los padres de Branson le obligaron a conservar. / Manu Mielniezuk

Basta de sueños, ha llegado el momento de saldar cuentas. Los hoteles boutique de megalujo en la Tramuntana no son una gallina de los huevos de oro. La cuenta de explotación del más celebrado de estos singulares establecimientos refleja dos millones de pérdidas anuales. Como dice el ejecutivo hotelero que mejor conoce el enclave, «adónde vas con treinta habitaciones. No me hables de nada con menos de un centenar».

La inmobilaria desemboca en la alta política. Fournais se asoma confianzudo al balcón de Sa Coma sobre el mar, pero el relevo de Branson en Son Valentí reconoce que ha escuchado con cierta trepidación «a Pedro Sánchez hablando de las limitaciones a extranjeros. Las personas pueden decir lo que quieran, pero las simplificaciones en política solo sirven para facilitar el mensaje. Se necesita sentido común, que no siempre es el más abundante».

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