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Bad Bunny promociona el «pan de Mallorca» o ensaimada

Pedro Sánchez saluda a su «querida Francina» y felicita a los extranjeros que roban las casas a los mallorquines

Quince millones de personas solo en Youtube han degustado el vídeo promocional de ‘Debí tirar más fotos’, cuarto álbum consecutivo de Bad Bunny que se coloca primero del mundo, con «pan de Mallorca» y gentrificación.

Quince millones de personas solo en Youtube han degustado el vídeo promocional de ‘Debí tirar más fotos’, cuarto álbum consecutivo de Bad Bunny que se coloca primero del mundo, con «pan de Mallorca» y gentrificación. / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

Los españoles en el destierro, a veces llamados mallorquines, hemos expresado nuestra desazón en varios idiomas. Ante el escaso eco, vamos a gritarlo en japonés. «Kankó kógai», que como todos ustedes saben significa «contaminación turística». No nos obliguen a entonar el «Banzai», suerte que acabamos de recibir una ayuda inesperada desde otra isla. Bad Bunny no solo incluye en su anhelado último disco un explícito homenaje al «pan de Mallorca». Sobre todo, el álbum Debí tirar más fotos o DTMF concentra el mensaje explícito de librar a Puerto Rico de la gentrificación, un manifiesto con traducción inmediata al mallorquín.

A sus treinta años, Bad Bunny acumula cincuenta millones de seguidores solo en Youtube, y es el artista con más reproducciones en streaming de la historia. Para los cinéfilos en extinción, en Bullet train apabulla a los extraordinarios Brad Pitt y sobre todo Aaron Taylor-Johnson. Sus tres últimos discos han sido números uno en todo el mundo, el reciente DTMF acaba de engrosar el dorado palmarés. Comprenderán la importancia de que el vídeo promocional del álbum incluya la alusión al «Mallorca bread», que así conocen a la ensaimada en el Puerto Rico de honda raigambre mallorquina.

Quince millones de personas han visto y leído el vídeo de Bad Bunny en una sola página, comparen con los influyentes y expertos parasitarios de impacto nulo que contratan las autoridades mallorquinas. Además, el señuelo gastronómico sirve solo de cáscara a una rabiosa reivindicación étnica. El artista antes llamado Benito Martínez Ocasio clama, también desde su entrevista en el New York Times con podcast adjunto de una hora de duración, contra la saturación y la apropiación cultural. Son las dos plagas de Mallorca. Por si se necesita una última prueba, el portorriqueño canta en Lo que le pasó a Hawaii que «Quieren quitarme el río y también la playa/ Quieren el barrio mío y que tus hijos se vayan/ No, no sueltes la bandera/ Que no quiero que hagan contigo lo que le pasó a Hawái». Se entiende mejor trasladando la isla al Mediterráneo.

Ante las cifras estratosféricas de Bad Bunny y el pan de Mallorca, un distinguido hotelero me señala aliviado que «esta promoción sirve de consuelo, en la semana en que hemos sufrido nuestra degradación en la guía de viajes Fodor’s. Ese mazazo equivale a un restaurante que pierde la estrella Michelin». Al vender millones de discos de canción protesta, el portorriqueño se inscribe en la tradición de los artistas mallorquines sonoros, escénicos y plásticos, que también sacrifican su fama y arriesgan su carrera por defender las esencias de su isla. Jajaja. Es broma, ninguno efectúa ese sacrificio, se arrastran para lamer las suelas de los depredadores o de Vox/PP a cambio de un recital.

A propósito de artistas locales, siempre supe que el PSOE acabaría homenajeando a Francisco Franco Bahamonde, el placer culpable de los antifranquistas profesionales. Por eso devoré íntegro el primer acto socialista en honor del Generalitísimo, con un conmovedor panegírico de Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno ahorra en sensibilidad, pero saludó a su «querida Francina» con una emoción que la presidenta del Congreso no recibía desde que Koldo García la llamó «cariño».

A continuación, Sánchez desbroza la tesis de que con Franco vivíamos peor, gracias por el descubrimiento. En las antípodas de Bad Bunny, el presidente del Gobierno detecta el milagro español en los suecoalemanes que se han instalado en el país, sobre todo en una isla concreta. Por si alguien necesita más argumentos para desertar de España, su primer político felicita entusiasta a los extranjeros que roban las casas a los mallorquines. Cuando un artista del reguetón te defiende con mayor eficacia que tus gobernantes, la situación es peliaguda.

Paseo por un municipio costero de la isla, y admiro a un humilde emigrante recorriendo las calles en un flamante automóvil de lujo, en torno a los cien mil euros unidad. Se lo pongo de ejemplo a mi acompañante, el mallorquín invisible:

-Aquí puedes ver los beneficios de una buena labor de integración.

Me corrige:

-Aquí puedes ver los beneficios de traficar con una mercancía de buena calidad.

Hay gente que nunca se conforma, hemos heredado una isla con forma de maldición. Para recuperarme del error de interpretación, recuerdo que una nueva ley autoriza a la policía de nuestra metrópolis sueca a incautarse desde noviembre de los objetos de lujo de origen inexplicable, incluidos los automóviles de alta gama de los narcos que utilizan estos carros como publicidad para reclutar a las florecientes generaciones de traficantes. Se pueden requisar también los relojes de lujo, aunque no sean Rolex. Claro que Suecia arrastra una plaga de asesinatos entre gangs, que por supuesto no exportará a Mallorca.

Reflexión dominical geográfica: «El sitio adonde has ido ya no existe».

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